Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

¿Cuál es el principio que gobierna a los crímenes, los asaltos y guerras si no es el egoísmo?

En la familia igualmente, ¿por qué el adúltero? Porque sólo piensa en él, no piensa en el sufrimiento y la destrucción que va a traer a su hogar. ¿Por qué el alcohólico? Porque sólo piensa en él.

¿Por qué la mujer con crisis de amargura? Porque sólo piensa en ella, no en sus hijos. ¿Por qué los jóvenes hacen lo que les da la gana? Porque sólo piensan en ellos mismos. Vemos entonces que el principio del egoísmo es lo que genera toda clase de males en este mundo.

Absolutamente cualquier clase de mal que usted conozca el día de hoy fue generado por el egoísmo, porque no buscamos el bien de otros pues quien busca el bien de otras personas pensará en las consecuencias para ellas.

Así, antes de adulterar, el cónyuge pensará que esa relación promiscua le va a traer graves problemas a su familia. Si nos frenamos de cometer acciones dañinas, es porque estamos gobernados por otro principio opuesto al egoísmo: el amor.

El amor lo define cualquier diccionario como afecto, cariño, comprensión y también buscar el bienestar de otros, es decir, hacer bien a los demás sin importar si a nosotros nos va bien o nos va mal.

El concepto de amor se entiende mejor partiendo de las acciones, pues esa es la esencia del amor, actuar en beneficio de otros.

Tenemos testimonios de grandes personas que han demostrado su amor, como aquellos padres de familia que muchas veces se quedan sin comer para que sus hijos coman, no cambian sus zapatos por años para que sus hijos puedan tener los suyos propios, evitan adulterar, embriagarse, golpear a su esposa, evitan griterías, maledicencias, pleitos; todo lo soportan con paciencia por amor a sus hijos, no quieren que aprendan los malos ejemplos.