Los padres son los principales responsables de la
educación sexual de sus hijos II

 

El amor auténtico
 

La meta principal de la educación no es imponer preceptos a la persona humana sino invitarle a ser una persona en plenitud. Educar la sexualidad equivale a educar en el amor hacia el otro; educar al hombre entero y revisar las estructuras de egoísmo y de mentira que convierten al hombre en uno de sus hermanos y que terminan por hacer de la sexualidad un objeto más para el consumo.

         La formación para el amor es formación para la libertad, para la capacidad de ser auténticamente libres en el ejercicio de la sexualidad. Cuando nuestros hijos tienen bien fundamentado el valor del amor, que es un amor no egoísta, que no busca lo suyo propio, que no hace nada indebido, que busca la verdad y lo recto; entonces, les estamos enseñando la verdadera libertad. Estamos llamados a la verdadera libertad, pero no con el pretexto de buscar gratificaciones sino para poder amar.

         La libertad en el amor debemos conquistarla con esfuerzo, el esfuerzo que exige no acostumbrarse a elegir en virtud de nuestras apetencias de cada momento, sino en virtud del ideal que nos hemos propuesto.
        
         La droga y el sexo sin amor te ofrecen todo sin pedirte nada a cambio y, por último, te conducen a la nada y al hastío; sin embargo, el amor auténtico te ofrece todo, exigiéndote todo y después te lo concede todo: te da felicidad plena. El amor verdadero se traduce en un gozo interior que es promesa de futuro y necesidad de compartir la vida, aún arriesgándola.

         Aspirar a valores más altos supone renuncias, lo agradable encierra un valor, pero no el más alto. La amistad y el amor, por ejemplo, presentan una excelencia mayor y para conseguir el valor más alto hay que renunciar al valor más bajo, por eso conviene no apegarse al valor de lo agradable, ya que tal apego nos quita la libertad para supeditarlo al logro de valores más alto.

         Convertirse al amor auténtico y, por tanto, adquirir la plenitud humana, supone aceptar que el otro sea el centro y no yo, esto supone que renuncias, pero te lleva a la verdadera felicidad y alegría.

         ¡Qué tremendo es utilizar a las personas para satisfacer nuestros propios deseos sexuales egoístas! ¡Qué terrible es mentir para obtener satisfacción sexual! ¡Qué terrible es que el centro de nuestra vida sea el satisfacer nuestros propios deseos y no el amar a otras personas con respeto y serviles desinteresadamente, buscando su bien mayor y no el nuestro!

         Esto supone que renuncies a esos valores egoístas, pero cuando abrazas el verdadero amor te va a llevar a la verdadera felicidad y alegría. Es importante no tomar el primer valor que descubrimos como la cumbre de todo valor; este malentendido deja a millones de personas bloqueadas, en estados primitivos.

         Un joven y una joven empiezan a tratarse y se entregan a complacencias eróticas, se sienten invadidos por sensaciones placenteras. El mero ejercicio de la sexualidad suscita emociones intensas pero todavía no constituye una experiencia auténtica de amor personal. Enseñar esto al joven es importante.

         Tiene que saber, por ejemplo, que si no se espera al matrimonio, si tiene relaciones prematrimoniales se está buscando a sí mismo; no le está importando que la chica pueda quedar embarazada cuando todavía no está en disposición de serlo, con el riesgo de quedarse madre soltera, de que pierda sus estudios, acabe en trabajos humildes y que se vea impulsada al aborto.

         No confundamos el amor con interés, la relación sexual, en cambio, no satisface la necesidad de crear una relación amorosa auténtica, es insuficiente. Tal engaño se nos presenta en muchas películas en que aparece la relación sexual completa como algo normal al principio del enamoramiento, en vez de ser su culminación en el matrimonio.

La sexualidad, el lenguaje del amor
Condiciones Legales de Uso | Derechos reservados 2012 ©