Los adolescentes, el alcohol y las drogas
Parte II

 

Efectos a largo plazo en el cerebro
 

El emborracharse es común, especialmente entre los adolescentes. De acuerdo a un reporte del Centro para el Tratamiento de Abuso de Sustancias, en el año 2002 un tercio o casi la mitad de la población blanca y los hispanos que estaban en el último año de preparatoria y aproximadamente el 20% de los afro americanos, reportaron que estuvieron borrachos por más de 30 días.

Los adolescentes son generalmente fuertes y resistentes, se recuperan de golpes físicos y emocionales que podrían devastar a los adultos. Esta fortaleza innata lleva a muchos adolescentes a creer que nunca podrán ser heridos o dañados. A menos que la vida les enseñe lo contrario, ellos están convencidos que las cosas malas les pasarán a otras personas pero no a ellos.

Además, pueden manejar el mundo súper realista de las drogas, pero la realidad es que el consumir alcohol en grandes cantidades, crónica o seriamente, una vez a la semana o una vez al mes, puede dañar el desarrollo de las células, tejidos u órganos del adolescente.

Algunas veces, la devastación interna continúa por años; antes que las personas se den cuenta de que algo anda mal, el daño tiende a progresar rápidamente durante años o aún meses, llevándolos a serios problemas físicos y emocionales que no pueden ser negados.

Hasta estos tiempos, la única manera en que podíamos medir el daño tan grande al cerebro causado por el uso de drogas, era haciendo una autopsia después que la persona moría. Ahora tenemos técnicas sofisticadas que nos muestran la imagen del cerebro y podemos evaluar el daño. Con estas imágenes llamadas ‘scaners’, nosotros sabemos que el alcohol tiende a encoger el cerebro.

En los adolescentes y adultos que regularmente usan cantidades grandes de alcohol, los vasos sanguíneos del cerebro se estrechan y la actividad de éste se alenta. El daño en el cerebro inducido por el alcohol es más grande en la corteza prefrontal; área que nos ayuda a estar enfocados, hacer planes, controlar los impulsos y tomar decisiones.

Una disminución de la actividad en esta parte del cerebro nos lleva a problemas de déficit de atención, de enfocarnos en algo, de organización, de disciplina propia, de habilidad para realizar o completar tareas o actividades.

El alcohol también afecta directamente al hipocampus, llevando a discapacidades en la memoria y el aprendizaje. El consumir alcohol de manera abundante y crónica en la adolescencia ha sido asociado con una disminución permanente en el tamaño del hipocampus.

Un estudio reciente nos muestra que el consumir cerveza puede incrementar posteriormente la probabilidad de demencia o confusión mental en la vida de la persona. Las personas que consumen cerveza regularmente tienen dos veces más la probabilidad de experimentar demencia después de la edad de 65 años, que los que no consumen cerveza.

Daños en otras partes del cuerpo
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