¿Por qué a mí?
Parte II

 

¡No guardes silencio!
 

Se nos hace muy difícil hablar y preferimos callar ante el sufrimiento, pareciera que el sufrimiento se yergue ante nosotros como un verdugo invencible e insuperable, como una montaña gigantesca o un obstáculo imposible de cruzar; pero no es así.

         Nosotros, como seres humanos, somos dependientes unos de otros; necesitamos ayuda en los momentos de necesidad, cuando perdemos algo, cuando vienen a nuestras vidas sentimientos de tristeza, pérdida, inseguridad y desconfianza. A esa mujer le tomó mucho tiempo restaurar la confianza en una persona, abrir su corazón y sacar sus problemas.

         Muchas personas viven así; en una situación de tribulación, de dolor o angustia prolongada y constante, rodeados de inseguridad, de violencia, de abuso de alcohol, de golpizas, amenazas, muerte, adulterio, incomprensión, falta de amor o aceptación; donde hay conflictos que no se han resuelto y situaciones que imponen demandas exorbitantes sobre sus vidas.

         A veces eres forzado a deprimirte, a odiar, a buscar venganza y a llenarte de rabia y coraje; y luego te preguntas, ¿por qué a mí? Y cuando no hablas ni buscas salida a tus problemas que están ahí sepultados; cuando no desarraigas esos sentimientos de incapacidad de ayudarte a ti mismo; cuando enfrentas continuamente amenazas, dificultades para confiar en las personas o para tener confianza en el futuro; cuando no tienes expectativas en la vida, te sientes sumamente inseguro.

         Puedes encerrarte en tu cuarto y empezar a hablar tu problema a solas, por primera vez, aún que te duela, como un ejercicio para dejar salir esos sentimientos; ya sea llanto, dolor, recuerdo, incapacidad, ira, coraje u odio por la situación que no pudiste sobrellevar o por los problemas que no supiste como enfrentar. ¡Hazlo! Es bueno expresarse.

         Pero llegará un momento en que tú mismo no podrás ayudarte y necesitarás una persona de tu confianza, que sepas que vive lo que habla, que es digna de que deposites en ella aquellos sentimientos que son tan íntimos y que no a cualquier podemos encomendar. ¡Qué dolor y sufrimiento se lleva, durante muchos años, al sufrir en silencio!

         La semana pasada también hablamos de cómo muchos han intentado ahogar sus penas a través del alcohol o de las drogas; o han intentado sepultar esos sentimientos voluntariamente, poniéndolos en un sarcófago y sellándolo mediante el olvido. Pero, ¡ahí están!

         Es importante que reconozcas y entiendas qué es lo que causa ese desasosiego en tu vida, esa falta de paz y tranquilidad. No dejes nada más que los sentimientos broten, se desordenen y se vuelvan incontrolables, pues se convertirán en estrés, angustia, soledad dolorosa, depresión o tristeza inexplicable continua en tu vida; te harán sentir incapaz e indigno.

         Es importante que sepas que hay esperanza para poder enfrentar esas crisis o esas situaciones inesperadas que vienen como asaltantes y no sabemos ni siquiera cómo pasaron, ni cómo nos está afectando en el interior.

Desenterrando los huesos
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