El padre que anhelaría ser
 

Un padre ejemplar
 

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

Nuestros hijos están corriendo una carrera; si se tropiezan, debemos levantarlos y juntos llegar hasta la meta, aunque sea arrastrándonos. Recuerdo el ejemplo del joven Derek Redmond, en las olimpiadas de 1992, en Barcelona. Él era de Inglaterra y estaba cumpliendo uno de los sueños de su vida: ganar una medalla de oro en los juegos olímpicos.

Ya había llegado a las semifinales en la carrera de los 400 metros y al sonar el disparo para comenzar la carrera final, Derek se lanzó a correr, teniendo un comienzo magnífico. Estaba corriendo la carrera de su vida y se acercaba a la línea de llegada cuando de pronto sintió un agudo dolor en la pierna derecha y cayó en medio de la pista, rompiéndose un tendón. La carrera había terminado para él.

Trató de ponerse en pie antes de que el equipo médico llegara, aun cuando todos los demás corredores lo pasaron. Comenzó a arrastrarse hacia delante, con el rostro bañado en lágrimas de dolor; de pronto, un señor se abrió paso entre los guardias de seguridad y corrió a la pista, se acercó a Derek y lo abrazó. No tienes por qué hacer esto, le dijo Jim Redmond a su hijo, que no dejaba de llorar. Sí, sí tengo, dijo Derek. Bueno, entonces lo terminaremos juntos, dijo su padre.

El padre tomó firmemente a Derek por los hombros y juntos emprendieron el recorrido que faltaba para llegar hasta el final, rechazando la intervención de los guardias de seguridad. Cojeando y arrastrándose juntos llegaron hasta la línea final. La multitud los observaba, paralizada. Luego uno por uno se pusieron de pie y empezaron a vitorear y llorar ante la determinación del hijo y el apoyo del padre.

¿Cuántas veces te has quedado sentado cuando tu hijo necesitaba tu ayuda? ¿Cuántas veces tus hijos corrieron carreras y tú, sentado sobre las gradas, no fuiste corriendo para darles el apoyo que necesitaban?

El Salmo 57:1-2 dice: “Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia, porque en ti ha confiado mi alma y en la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos”. Ese es el clamor de un hijo de Dios. Muchos hijos quisieran ampararse en los brazos de su padre hasta que pasen los retos y los fracasos. Dios nos ha dejado el ejemplo. ¿Realmente tu hijo confía y reposa en ti, como el hijo de Dios encuentra su reposo en Él?

El Salmo 9:9 dice: “Dios será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia”. Dios es el padre modelo, él promete ser refugio de aquél que es humilde y reconoce su necesidad, de aquel que está cansado de vivir en sus propias fuerzas y se rinde ante Dios para obedecerlo.

Dios es el padre modelo a quien debemos imitar, él es refugio en el tiempo de angustia. De la misma manera, nosotros debemos ser refugio para nuestros hijos en el tiempo de angustia. En 2ª Corintios 1:3 se le llama a Dios “el Dios de toda consolación”. Así también nosotros debemos ser padres de consolación para nuestros hijos.

Tú te preguntarás, ¿cómo puedo lograrlo? En Filipenses 4:13 la Escritura dice: “Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece”. Es en Cristo que tú puedes ser esa clase de padre, él vino a darnos el mensaje más importante: es necesario nacer de nuevo. Como padre de familia, debes empezar de nuevo. Vuélvete a Dios con fe y confianza, porque tus hijos necesitan esa clase de padre: un padre como Dios.

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