Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

Papá y mamá: yo te invito a que vayas a las morgues, a los lugares donde colocan los cadáveres en los hospitales los fines de semana, para que observes cuántos de ellos son jóvenes que iban conduciendo su automóvil en estado de ebriedad, que se metieron unos balazos o unas puñaladas, que tuvieron algún tipo de accidente o que se suicidaron.

Ve a los centros de adaptación para restaurar alcohólicos y observa los síntomas de abstinencia tan terribles, que produce el tratar de dejar la adicción al alcohol; como sufren esos jóvenes, como se arrepienten y como se suicidan algunos porque no soportan. Mientras, los millonarios consorcios están engordando sus cuentas de banco en una forma tremenda, a costa de la vida de millones de jóvenes en el mundo.

Habrá un día donde los hombres darán cuenta de lo que han hecho, ante un Dios vivo y verdadero y no podrán escapar. Aquí en la tierra, te puedes burlar, puedes corromper a las autoridades, puedes comprar el poder, puedes mandar matar a una persona o hacerle un daño; pero Dios es juez justo y todo ve.

El que está arriba y que todo lo observa, Dios, te va a juzgar; si escapaste del juicio de los hombres corruptos, del juicio final no podrás escapar. Hay una cita con el juez justo a la cual no puedes faltar, ahí te juzgarán por cada persona que murió por causa de la venta de tu producto y tendrás las manos llenas de sangre y tu conciencia misma dará testimonio de todo el daño que hiciste.

Y ¿de qué te sirvió tu fortuna? De nada y, ¿quién la heredará? Quién sabe; una cosa es segura, en la otra vida no la podrás disfrutar. Hay dos destinos; el cielo, para los que no se cansan de hacer el bien y la condenación e ira, para aquellos que perseveran en hacer el mal, así dicen las Sagradas Escrituras en el libro de Romanos, capítulo dos.

Así es que, con sorpresa y admiración, vemos que hoy el alcohol se vende como si fuera un refresco, como si fuera una bebida refrescante o una bebida que te hiciera más deportista, que te diera más ánimo para vivir, que te hiciera que ‘estés en la onda’.