El nuevo rostro del crimen juvenil II Parte: Hogares disfuncionales = jóvenes criminales (b)
 

Disciplina, orden y obediencia
 

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

Asimismo, en las Sagradas Escrituras en Efesios 6:4 dice: “Y vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. ¿Cómo podemos nosotros como padres provocar a ira a nuestros hijos? Cuando no los criamos en disciplina y amonestación del Señor. Los hijos se vuelven iracundos, corajudos y futuros criminales cuando no ven disciplina, cuando no ven amonestación de parte de los padres.

El significado de la palabra disciplina es “un conjunto de reglas para mantener el orden entre los miembros de un grupo”. Si nosotros hablamos de la familia, ese grupo familiar requiere reglas, y quién mejor que el padre responsable, honesto y amoroso para ponerlas, mantener el orden, para dirigir a la madre en lo que se debe de hacer y lo que no, qué tiene que obedecer el niño, los hábitos a formar, etc.

Ahora bien, existen reglas, son necesarias, pero es necesaria también la obediencia. Si no enseñamos a obedecer a nuestros hijos, ellos serán provocados a la ira, a la rebeldía, al coraje, al hacer lo que ellos quieren, a vivir vidas disolutas, vidas en las cuales hacen lo que quieren y pueden convertirse en criminales o promover la violencia.

Estamos viendo pues, cuál es la raíz de la violencia y cómo la familia juega un papel fundamental donde se origina la violencia. Estamos viendo la comprobación espiritual, o sea lo que Dios dice: que cuando no hay padres que críen en disciplina y amonestación del Señor a sus hijos, los provocan a la ira, a la desobediencia, al desorden.

La disciplina es una instrucción sistemática. Cuántos estudiantes a través de su disciplina logran ser profesionistas, convertirse en personas productivas para la sociedad.

La disciplina puede tener una connotación negativa, entenderse como un castigo y se puede utilizar en ese sentido también, sin embargo, no podemos forzar a nadie. Tiene que haber un vínculo, un lazo, una relación de amor entre los padres y los hijos o al menos el afecto necesario para poderlos guiar y dirigir.

Tenemos entendido también que cuando nuestros hijos ven nuestro ejemplo de papás, ellos van a imitar las normas, las reglas y aun la crianza; esa formación para que ellos lleguen a una madurez.

Porque, desde luego, si no se castiga el crimen, vamos a tener el crimen legalizado, ¿verdad? Y a nadie nos gustaría que por falta de disciplina, castigo y amonestación, los criminales estén entrando a casa noche y día, haciendo lo que quieren, robando, etc. ¡No se puede vivir así! Todos lo sabemos, todos entendemos que es necesario el orden.

Si los maestros quieren enseñar a sus alumnos, ¿qué requieren ellos de sus alumnos? Orden y respeto. Es normal que muchos niños estén inquietos en sus clases, estén distraídos, y eso se puede arreglar fácilmente cuando la maestra le enseña al niño a poner atención, a concentrarse, además de que los padres cooperan en casa llevando al niño a que obedezca las reglas de la escuela, es decir que hay un vínculo de respeto, una relación afectiva entre los padres y el maestro.

Entonces el guiar a nuestros hijos en disciplina y amonestación es advertirles, llamarles la atención sobre un error o una falta. Yo le advierto a mi hijo una o dos veces que no haga tal cosa y que a la tercera, si no hace caso, vendrá el castigo; desde luego, de ninguna manera, debe ser un castigo injusto e inhumano. Simplemente es una consecuencia. Tenemos que ver a los niños como seres humanos y no como problemas.

Así, a los niños muchas veces les es un castigo perder el postre o no participar en un evento que tanto querían, verse privados de algo que les gusta mucho hacer.
La paga que podemos esperar del niño: su obediencia
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