El nuevo rostro del crimen juvenil II Parte: Hogares disfuncionales = jóvenes criminales (b)
 

La disciplina con abusos tiene efectos contrarios
 

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

Mientras que el vigilar y supervisar son buenos elementos para que los niños salgan adelante, por otro lado, vemos que la disciplina cuando es severa o excesiva tiene el efecto contrario. Los padres de los delincuentes actúan con mayor dureza que los padres ordinarios al castigar a sus hijos, y los padres cansados o estresados tienen una mayor tendencia a descargar su ira sobre sus hijos y hacerlos más agresivos.

En el caso de las madres solteras adolescentes, la ausencia del padre aumenta el riesgo de la dureza de la madre. Para sus hijos el castigo severo puede significar un rechazo, porque el castigo es demasiado estricto y muy frecuente, lo que podría conducir a una mayor probabilidad de delincuencia.

Un fuerte lazo entre el padre y el hijo no va a disminuir el impacto negativo del castigo que es demasiado duro.

Además otro factor en las familias disfuncionales, que puede producir hijos criminales es el rechazo del niño. G Leslie,  Profesora de Criminología de la Universidad Estatal de California, escribe: “Las investigaciones han demostrado consistentemente que los jóvenes cuyo vínculo con sus padres es más débil, tienen más probabilidades de ser delincuentes. Por el contrario, los que están más apegados a sus padres, tienen mayor control en su comportamiento”.

¿Cómo el apego emocional del niño a sus padres asegura un adulto controlado? Ronald Simmons, profesor de Sociología en la Universidad Estatal de Iowa, resume así los resultados de la investigación: “Los niños rechazados tienden a desconfiar de las intenciones de los demás, y como resultado muestran una actitud defensiva, tal vez no agresiva, pero sí desconfiada y maliciosa”.

El rechazo de la familia, que es la primera y fundamental comunidad del niño, establece el escenario para una nueva tragedia social. El rechazo paterno aumenta la probabilidad de participación de un joven en un grupo de amigos rebeldes, aceptan un modo de vida hostil y el uso de sustancias tóxicas.

Un ejemplo de la vida real que nos demuestra los efectos del rechazo hacia el niño o niña, es el siguiente: Una joven relató en una consulta de consejería que desde que nació su hermano, sus padres dejaron de preocuparse por ella, en ese entonces tenía ella 6 años de edad y no entendía por qué sus padres tuvieran una preferencia por su hermano.

A partir de ahí perdió el cariño de sus padres hacia ella, porque toda la atención se concentraba en su hermano. Ella narra que todo lo que le pasa a su hermano, como por ejemplo que le salga mal la tarea, que se caiga, se pegue o se ensucie, sus papás siempre la culpan a ella. Ella decía que no sabía qué hacer, aparte ella me comentaba que casi no le ayudaba a su mamá en casa, porque siempre que la intenta ayudar, su madre le dice “no me estorbes”, y la llama “inútil”.

Ella comenta que lo que más le afecta emocionalmente es que a su hermano siempre lo tienen como el consentido de la casa y la verdad, ella se molesta mucho por ello. Continúa diciendo que a veces ella quisiera huir de todo eso, por más que habla con sus padres, ninguno de los dos soluciona nada. Ella no sabe qué hacer, se siente como el miembro no deseado de la familia, su propia mamá le dice que ella le destruyó la vida.

Ahora bien, todo esto tiene una razón, ya que la madre se embarazó y tuvo que casarse porque sus padres se lo pidieron, y ahora descarga toda su ira, sus frustraciones, sus fracasos en la vida con una niña de 6 años.

Cuántos psicólogos, psiquiatras, trabajadores de la salud estarán de acuerdo en que el hablarle así a una persona de 6 años de edad es destructivo y puede generar todo tipo de trastorno: de ansiedad, de conducta y mental, y muchas veces, tristemente, llegar a provocar el suicidio.

Ahora entendemos por qué el suicidio ocupa la primera causa de muerte juvenil en algunos países de América Latina, entendemos por qué crece el deseo de los jóvenes de quitarse la vida, ¡porque no es vida la que están viviendo!

Siguiendo con el ejemplo que dimos, la niña no soportó el rechazo y la falsa culpa que quisieron sembrarle, haciéndola creer que por ella se casaron, y llegó el momento donde el rechazo se convirtió en agresividad, primeramente hacia sus padres y, un día en total desesperación, decidió quitarle la vida a su propio hermano. Le quitó la vida porque ella veía que todo el cariño y todo el amor eran para su hermano y nunca para ella, ella siempre recibía los insultos.

En ningún momento justificamos esa conducta, que es un homicidio, quitarle la vida a otro ser humano, pero ¿qué provocó esa conducta? Pregúntese usted, qué llevó a esa joven a escapar de la casa y para poder vivir empezó a prostituirse y en ese ambiente descubrió que vendiendo drogas le producía una ganancia rápida y, finalmente, fue encarcelada y ahora sufre de enfermedades emocionales muy fuertes en la prisión. ¿Quién mandó a esa niña a la prisión? Sus padres. ¿Quién llevó a esa niña a matar a su hermano? Sus padres. ¿Quién produjo esa joven criminal? Un hogar disfuncional.

Con este ejemplo nos estamos dando cuenta de algo importantísimo: la raíz de la violencia está en el hogar. Es por eso la necesidad de que las familias sean restauradas, regresar a su modelo original, donde el padre protege, vela por el bienestar de sus hijos, provee no solamente cosa materiales, sino también dirección, mandamientos, instrucciones, felicidad, momentos de recreación y comunicación para sus hijos....

Esos momentos agradables que se quedan grabados en las mentes de los niños y con los cuales empiezan a amar su hogar y a sus padres, empiezan a relacionarse en una forma dinámica padres e hijos, hay un vínculo íntimo donde puede haber comunicación y transparencia.

Ponga atención: “transparencia”. Usted puede buscar en el diccionario lo que significa transparencia y verá que se relaciona con claridad, cristalino; eso es lo que buscamos en buena parte en la relación con el hijo o hija: que el niño no esconde cosas.

La negligencia de los padres
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