La felicidad


¿Un derecho, una meta o un simple sueño?

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Para abordar el tema de la felicidad y saber realmente si “soy feliz” o “no soy feliz”, debemos partir simplemente, de un principio:

La felicidad es abstracta, subjetiva y personal, si bien en nuestra civilización occidental podemos enumerar unos elementos básicos que se requieren para ser feliz:

  • buena salud
  • un trabajo satisfactorio
  • una rica vida amorosa, afectiva y familiar
  • amigos verdaderos
  • tiempo y posibilidad para desarrollar nuestras aficiones
  • buena situación económica
  • bienestar psicológico, espiritual y emocional
  • el bienestar de nuestros seres queridos
  • sentirse amado, respetado y comprendid



 

Desde luego lo que varía, sin duda, es la importancia que cada uno de nosotros concedemos a estos apartados.


Una búsqueda inútil

Hay personas que malgastan sus vidas en una constante y estéril búsqueda de la felicidad como estado cuasipermanente, con la quimérica ilusión de que algún día la encontrarán.

Dominados por ese objetivo de la felicidad absoluta y permanente, algunas personas, pese a que tienen motivos reales para sentirse razonablemente bien, entienden que debe mejorar su situación porque viven en la convicción de que hay un estadio superior, más intenso y satisfactorio, que otros individuos han alcanzado.

Pero, una vez más, la comparación con los demás, lejos de depararnos algo bueno, tiende a sumirnos en la insatisfacción.

Los especialistas aseguran que consciente o inconscientemente percibimos que en algún momento de nuestra vida hemos alcanzado ese estado que asociamos a la felicidad, y que deseamos volver a revivirlo, es decir, una vez conocida aquella vivencia de plenitud ansiamos reproducirla el resto de nuestra vida.

Otra explicación, más espiritual que científica, es la de que llevamos grabado en nuestro código genético una cierta idea del “paraíso”. Cualquiera que sea la argumentación a que nos acojamos, buscamos algo que en un determinado momento hemos experimentado pero no conocemos del todo.

Pero cualquiera que sea el anhelo, lo conveniente es dejar de buscar ese imposible idealizado, porque no lo vamos a encontrar. La felicidad no es el resultado de una búsqueda ni, menos aún, del azar.

¿Alcanzable o inalcanzable?

Ser feliz no es una entelequia; ni buscar la felicidad es consumirse buscando lo inalcanzable. Reflexionemos en el siguiente comentario:

Pero ser feliz no es disfrutar de una alegría constante, sino percibirnos involucrados en cada detalle de nuestras vidas, conectados con la emoción que nos suscita cada momento, atendiendo a lo que nos está ocurriendo y dando respuesta a la situación, sintonizando con lo que nos rodea. En otras palabras, vivir y disfrutar el aquí y ahora.

Así, deberíamos saltar a otro estadio, pasar a hablar de momentos felices, de instantes de placer, bienestar, alegría, satisfacción con uno mismo, por algún logro conseguido tras el esfuerzo previo realizado.

Y es que los mejores momentos de nuestra vida no son forzosamente los receptivos o relajados. Suelen llegar cuando mente y cuerpo al unísono llegan a su límite de esfuerzo para conseguir algo que valoramos mucho. Un momento feliz, una experiencia óptima, es algo que hacemos que nos suceda.

Los auténticos instantes de gozo, ricos en serenidad y paz interior, no se deben normalmente a acontecimientos externos. La vida es larga, compleja y diversa y en ella caben momentos de fastidio, malhumor, preocupación, dolor, amor, alegría, placer, gozo... una lista interminable de sensaciones, sentimientos y emociones.

Olvidémonos de la felicidad como abstracto y concretémosla en su instante. Ahora bien, conseguir saborearla depende, como veíamos anteriormente, de nuestra actitud ante la vida.

Seamos positivos

Las personas con una actitud positiva ante la vida sufren y padecen las vicisitudes desagradables de quienes muestran una actitud negativa, pero con la diferencia de que los primeros actúan eficazmente en la resolución de sus problemas mientras que los segundos se conduelen y bloquean.

Es precisamente esta actitud positiva lo que hace que un acontecimiento negativo no nos impida vivir con plenitud:

  • Las preocupaciones
  • El malhumor
  • La rabia
  • Las enfermedades propias o de nuestros seres queridos
  • Los problemas económicos
  • La fatiga
  • Las frustraciones vocacionales
  • Los conflictos con la pareja o con los hijos, o con la gente que se empeña en amargarnos la vida…

Todas ellas son dificultades que siempre van a estar ahí, pero actuando con espíritu positivo, podremos pensar y buscar soluciones con mayores probabilidades de éxito. En definitiva, se sobrelleva mucho mejor el conflicto.

Si tuviéramos que asociar los momentos felices con alguna emoción específica, sería con la pasión. Entendida como apasionarse con las cosas que hacemos y vivimos, sentirlas como creación propia, valorarlas y enorgullecernos de ellas.

Para ser felices...

La persona que se sabe feliz sabe que la desgracia es una posibilidad, mientras que la felicidad es una elección. Si apostamos porque en nuestra vida estén presentes el máximo de momentos felices, nos vendrá bien:

·  Aceptarnos como somos y confiar en nosotros mismos.
·  Actitud positiva ante la vida.
·  Habilidades sociales y de comunicación.
·  Afrontar con realismo y buena actitud cada situación en que nos encontramos.
·  Expresar y vivir nuestros sentimientos y emociones
·  Consciencia de vivir y disfrutar cada instante.
·  Ganas de jugar, reír, descubrir y transgredir algunos límites de lo convencional.
·  Alegrarnos con lo que tenemos y entusiasmarnos en nuevos proyectos.
·  Estar orgullosos de nosotros y de lo que hemos sido capaces de conseguir.
·  Cuidarnos, valorarnos y apasionarnos con la aventura de vivir.

             Pero ante todo, debemos recordar que, la felicidad la halla la persona que se da, que se entrega a sí misma por amor a los demás, sin esperar nada a cambio, es feliz porque ama, pues amar es su felicidad.

Fuente: Revista EROSKI Consumer – artículo editado

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