Por: Profr. Roberto Durán
La actitud de la esposa en esta etapa es: “¿para qué me meto en problemas con mi esposo cuando está mirando el fútbol, si ya sé que voy a tener un pleito con él si le molesto?”
O al revés, el esposo dice: “si yo no le cumplo ya sé que voy a tener un problema” , y las personas prefieren mejor no hablar y decir: “ ya no quiero problemas con mi esposo o esposa” .
En este sentido viene una “tranquilidad” o aparente “reposo”; aparentemente se llevan bien, sin embargo, lo que está pasando es un gran conflicto cuando las personas ya no desean enfrentar las situaciones que les desagradan.
He conocido muchas mujeres que cuando comienzan a hablar de sus maridos tienen una larga lista de defectos qué contar, y siempre les pregunto: “Señora, ¿usted ha hablado respecto de esta situación con su esposo?”
Las respuestas son muy variadas, pero hay muchas similitudes en lo que estas mujeres expresan. Sobre todo coinciden en esta respuesta: “¿para qué lo hablo si al tratar de hablar con mi esposo lo único que he encontrado son enojos y pleitos?” O, “¿para qué voy a arreglar esta situación con mi esposo si sé que él no va a cambiar?”
¡Pero pensar así es terrible! Porque si las esposas o esposos están pensando que ya no va a haber un cambio para bien, entonces ya no hay una esperanza que pueda sacar adelante el matrimonio.
En una ocasión hicimos una encuesta con aproximadamente 80 parejas respecto de la problemática matrimonial. El cuestionario tenía preguntas muy sencillas, y estas fueron las respuestas más frecuentes:
¿Cómo está tu matrimonio? “Bien, ha mejorado bastante la relación con mi esposo, creo que vamos superando los obstáculos”. ¿Cómo te llevas con tu pareja? “Bien, vamos superando, las cosas van cambiando para bien”. ¿Es estable su matrimonio? Era otra pregunta y las respuestas eran: “antes había muchos pleitos, ahora las cosas van mejor, ya no hay tantos”.
La verdad es que todo esto es un engaño. Sonará drástica la palabra engaño, pero es la realidad. |