El adulto mayor en la familia

 

La falta de amor viene de los seres queridos
 

Por: Ing. Gilberto Sánchez

Recuerdo el caso de una persona a la que se le murió su madre. Él era un hombre muy alejado de ella, su padre había muerto mucho tiempo atrás. Por una enemistad, por un desacuerdo no volvió a ver a su madre hasta el día que le hablaron para decirle que había fallecido. La madre murió y él regresó a la casa con una gran angustia, con un nudo en la garganta.

         El testimonio de las personas que lo vieron entrar a la funeraria cuenta que el hombre golpeaba el féretro, gritaba y decía: “madre, háblame, quiero escucharte, por favor háblame”. Las personas que estaban ahí tal vez pensaron que había perdido la razón, pero la verdad es que se trataba de su consciencia.

         Es la consciencia la que nos reclama y nos echa en cara las cosas cuando no las hacemos bien, la que nos dice: “no la atendiste, no la cuidaste, no le correspondiste al amor que ella te dio una vez”. ¡Qué duras son esas situaciones en las que las personas se olvidan de los padres! Tal vez es porque no quieren sobrellevar una carga que puede ser pesada y difícil.
 
         Esto demanda tiempo, esfuerzo, dedicación y muchas otras cosas, pero en resumidas cuentas lo que demanda es amor, es decir, solidaridad, lealtad, fidelidad, correspondencia, honrar a aquellos que nos dieron la vida, nos cuidaron y nos protegieron.

Pero hoy parece que la falta de amor viene de los seres queridos, ahora los ancianos sufren situaciones difíciles a nivel sociedad y familiar. Tal parece que ese es el problema más grande, los familiares son a veces quienes más los abandonan y los dejan solos. Y de pronto, ellos empiezan a tener sentimientos de inutilidad, sienten que ya no sirven.

         Tal vez en algún momento de su vida tuvo autoridad porque era una persona que servía, por ejemplo, una madre que estaba siempre sirviendo la mesa, lavando la ropa, teniendo la casa limpia para que los hijos tuvieran todo lo necesario y tuvieran una vida lo más digna posible. Esto le generaba cierta autoridad, un respeto porque la gente veía que era una mujer que servía.

         O tal vez el padre trabajaba largas jornadas de trabajo arduas y difíciles, enfrentando tal vez maltrato, injusticia, pero todo lo hacía por amor a los hijos y a la familia. Él tenía cierta autoridad sirviendo a los que amaba, a su familia, pero pues ya se perdió esa capacidad de trabajo, los hijos crecen y tienen una vida independiente.

         Entonces la persona tiene una sensación de falta de autoridad, ya sus consejos no son estimados, sus enseñanzas no son apreciadas, ya no se le toma en cuenta, sus experiencias y enseñanzas se convierten en un estorbo y no dejan de faltar expresiones como: “tú ya eres de la generación pasada, eres un anticuado, las cosas ya cambiaron, no son como tú dices.”

         Se pierde esa autoridad y credibilidad en muchos aspectos de la vida y eso les duele mucho a los padres y abuelos, el que sean hechos a un lado o menospreciados. Si eso se lo agregamos a lo que hemos estado platicando de la pérdida de facultades físicas y mentales, pues definitivamente muchos ancianos caen en depresión.

Ancianos víctimas de abandono y depresión
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