Por: Lic. José Eduardo Alvarado
Cuando una mujer ha determinado sabiamente el orden de las prioridades, a puesto a sus hijos en primer lugar, ha trazado un plan conveniente para la familia y ha considerado hacerle frente a la adversidad valientemente, no tendrá tiempo para irritarse, para echarle la culpa a la situación, a la providencia o a Dios mismo.
Más bien, será una persona de carácter amoroso y ni ella misma se dará cuenta cuando esto comience a suceder. Este amor que describen las Escrituras es un amor muy práctico. Es necesario que las mujeres que han quedado solas aprendan estos principios que son sumamente valiosos para el alma de nuestros hijos.
Una mujer así no tomará en cuenta lo que le haya ocurrido como un evento catastrófico, determinante y final para su vida y para la vida de su familia, sino que va a tomar esa situación como una oportunidad para aprender y trasmitirá a sus hijos esa misma experiencia para que puedan ser fortalecidos en su carácter.
Será una mujer que tendrá la capacidad de enfrentar el porvenir con renovados bríos y esperará siempre mejores oportunidades para sus hijos. En consecuencia, sus hijos van a notar en ella una actitud valiente, que no se deja atemorizar y en ellos también habrá la actitud de no sentirse apocados. Van a experimentar una madurez muy particular que llevará a la familia a permanecer unida ante cualquier otra adversidad que pudieran enfrentar más adelante.
Todo esto puede ser generado por una persona, por usted, si entiende el papel que debe jugar al haberse truncado el propósito del matrimonio. Los problemas en una casa donde solamente está la mujer no se van a acabar como por arte de magia, aún poniendo en práctica todos estos principios, no van a terminar de la noche a la mañana. Se requiere valor y seguir escogiendo hacer lo correcto siempre.
El verdadero valor en una persona se adquiere cuando se hace lo correcto, aunque cueste trabajo, ahí está el verdadero valor. Cuando una mujer experimenta esto y lo entiende, su valor es invaluable. Lo apreciarán sus hijos y las personas que están alrededor de ella y lo más importante es que hay recompensa al final.
Quisiera citar el Salmo 68:5 que dice: “Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios, en su santa morada.” Dios, el Padre celestial, es el que puede ocupar el lugar que quedó vacante en un hogar cuando falta el varón. Si bien es cierto que ya no está esa persona, cuando una mujer comprende esto, ese Dios puede convertirse en padre para sus hijos y para ella.
Este texto también dice que Dios es defensor de viudas, él gobierna, regula, juzga, defiende, castiga, litiga su causa. Es decir, una mujer que ha quedado desamparada puede acogerse confiadamente en Dios y él dirigirá su destino y el de sus hijos. Esta es una promesa gigante.
Cuando la mujer comprende esto Dios mismo puede ocupar un lugar muy importante en su vida y a través de ella puede ser el padre de los huérfanos. Es decir, ella misma podrá ser el soporte de esa figura varonil que requieren los hijos. ¡Sí hay esperanza y consuelo! |