Por: Profr. Roberto Durán

Hace poco atendí a una pareja que tenían una infinidad de problemas, conflictos, situaciones desagradables; ella continuamente salía de su casa, diciendo que salía con sus familiares, y que ya no aguantaba más el vivir con su esposo.

Cuando yo estuve atendiendo esta necesidad, estuve cuestionando a esta pareja y le preguntaba a ella cuál era la razón por la que venían tantos conflictos en su matrimonio. Inmediatamente ella comenzó a decirme: “es que él cuando era mi novio era muy amable y yo tenía otra idea de él”.

De igual manera, él reclamaba la forma de ser de ella: “es que cuando éramos novios ella siempre me tenía paciencia y siempre estaba con una sonrisa y ahora todo es reclamo…” En esencia el problema radicaba en que ellos pensaron que la cuestión del matrimonio iba a ser muy similar a la cuestión del noviazgo. Esto no es otra cosa que una idealización del matrimonio .

Pero cuando ya pisamos un terreno que es el del matrimonio, la persona es como es, como siempre ha sido, ya no la ilusión, ya no la apariencia sino la persona tal como es.

De ahí es que un proverbio árabe dice: “la primera luna es de miel y las demás son de hiel”. Probablemente en estas palabras haya mucha verdad porque generalmente en todas las historias de amor siempre se dice “se casaron y fueron felices” , pero ahí termina siempre la historia, nunca dan un seguimiento posterior al matrimonio; pareciera que todas las historias de amor terminan exactamente después del acto mismo de la boda.