Por: Profr. Roberto Durán
La gran mayoría de los matrimonios viven un desequilibrio. Unos son buenos esposos y otros son buenos padres. O en muchos casos, ni una cosa ni la otra.
La razón principal es que toda la información que nosotros obtenemos respecto a la vida familiar no la obtenemos en una universidad, ni nos preparamos para ello; no tenemos ese conocimiento profundo de las cosas, sino de lo que nosotros hemos vivido y de lo que hemos visto. Finalmente toda la información viene del hogar, de la familia de donde venimos.
Quiero citar lo que dice Elvia Marbella , en su libro “La educación familiar” :
“La educación es todo proceso de formación que contribuye al desarrollo integral y al perfeccionamiento de la persona. Es aquello que impulsa la realización de las distintas dimensiones del individuo.
La educación que recibe la persona en la familia, es la primera, y cualitativamente es, tal vez, la más significativa y profunda. La vida de la persona está condicionada, en buena medida, por sus experiencias familiares.
La familia guía al ser humano por medio de valores y virtudes, lo orienta con normas y criterios claros, lo educa y le satisface sus necesidades vitales. Jamás una escuela le dará tanto.”
Y obvio, esto es cierto. La escuela es un período pero la familia es una relación continua. En la familia es donde se recibe la mayor educación respecto a la cuestión familiar, dependiendo de las experiencias, ya sean buenas o malas.
De ahí parte que si nosotros tuvimos una experiencia mala donde nuestros padres o abuelos se dedicaron más a cultivar un área y descuidaron la otra, esa es la información que traemos.
Hoy en día la familia está en crisis, hay una gran desorientación. El libertinaje sexual ha hecho que muchas madres tengan hijos sin haberse casado.
Imagínese usted que la gran mayoría de esas madres son adolescentes que no tienen una idea clara de lo que es ser madres y mucho menos ser esposas. El adulterio y la violencia intrafamiliar llevan a un número alarmante de divorcios y nuevos casamientos. |
