La vocación del matrimonio
 

Vocación matrimonial
 


Por: Profr. Roberto Durán

A quienes se van a graduar de secundaria, les imparten una materia que se llama Orientación Vocacional, con el fin de orientarles a lo que se van a dedicar en su vida laboral.

¿Cómo saber si se tiene vocación? Imagínese que usted quiere estudiar medicina, e ingresa a la universidad, pero de repente se da cuenta que le asusta ver la sangre, y se siente nervioso y mal físicamente. Entonces usted no tiene la vocación de ser médico. Debió haber elegido correctamente.

Si para esas cosas se requiere una orientación o una vocación, ¡cuánto más en la cuestión del matrimonio! Si no hay tal vocación, habrá fracaso tras fracaso matrimonial. Le daré un ejemplo. Dos jóvenes hablaron conmigo hace poco. Una de ellas tenía un problema serio: estaba embarazada y se iba a casar.

La primera pregunta que yo le hice fue “ ¿y por qué te vas a casar?” Ella dijo: “ pues es que estoy embarazada, mi hijo no puede quedarse sin padre”. Comencé a cuestionarla: “Entonces te vas a casar porque quieres un padre para tu hijo, pero, ¿quién va a ser ese padre?”

Analizando la personalidad y el carácter de la persona con la cual ella se iba a casar, me enteré que era un adolescente con muchos problemas, alcohólico e irresponsable, tenía antecedentes de robo también. No era el candidato correcto para el matrimonio. Él no tenía la vocación matrimonial y seguramente la muchacha tampoco.

¿Cuál es el error más común en esto? Que las personas se casan sin ni siquiera tener esa vocación para el matrimonio. Se casan por las circunstancias : por el embarazo, por el enamoramiento, pero con una ausencia total de la vocación matrimonial.

¿Qué es entonces la vocación matrimonial? Es entender ese gran compromiso y responsabilidad que adquiero en el momento de casarme. Es vivir para otra persona, es amarla, servirla, y darse por ella.

En una ocasión, en el ejército ruso, iban juntos en una gran batalla dos hermanos. Uno de ellos resultó herido de tal manera que su vida corría riesgo. Estando herido en esas circunstancias sólo había dos opciones: una, lo más usual, dejarlo morir, porque implicaba gastos; la otra, llevarlo cargando pero se arriesgaba a otros soldados.

Sin embargo había una persona que lo amaba: su hermano, quien tomó su cuerpo herido, y cuando lo cargó le decía: “déjame morir, tú sigue adelante, ¿por qué vas a arriesgar tu vida?” Pero su hermano no hizo caso de sus advertencias. Aquel hermano tomó su cuerpo, lo cargó y estuvo caminando por horas en la nieve.

Usted sabe qué difícil es cargar con el cuerpo de una persona herida, pero este hombre, por el amor que sentía hacia su hermano herido continuó y se esforzó hasta que ya no pudo más. Tirándose encima de su hermano para descansar pero finalmente murió.

Cuando llegó la brigada de rescate había una persona viva, aquel soldado que había sido herido. El hermano que tenía salud había dado su vida por él. Desde cargarlo hasta dar el último hálito de sus fuerzas y el último calor de su cuerpo le mantuvo la vida a costa de la suya propia.

En el matrimonio es algo parecido: Hay que cargar con las limitaciones de carácter del esposo o de la esposa, hay que ser muy paciente, muy amable, lidiar con sus temores, angustias y debilidades. Es necesario amar y volver a amar a la persona, perdonar sus faltas y volver a perdonar.

Una vocación al amar
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