¿Cómo viven nuestros hijos?

Nuestros jóvenes sufren altas y bajas emocionales frecuentemente. No saben cómo controlarse. Un día los podemos encontrar en la cima del mundo y otro día se sienten aplastados. Enfrentan conflictos, luchan por tener su identidad individual, alcanzar sus metas, y tener una vida con significado, y sienten ansiedad por probar sus alas y ver hasta dónde pueden volar por sí mismos, quieren descubrir quiénes son, pero esto al margen de sus padres y su familia.

Pero también quieren identificarse con un grupo. Por eso muchos estudiantes se unen a un club, a un grupo juvenil, a un equipo, a una pandilla, aun cuando deban sacrificar su identidad personal para adaptarse a las expectativas del grupo.

En estos primeros vuelos experimentales de independencia, de identidad, se producen en nuestros hijos tensiones y conflictos entre los adultos y los adolescentes y debemos aprender cómo hacer que la tensión se esfume y mantenernos en contacto.

Muchas presiones experimentarán en sus propios grupos: la presión sexual, la presión de las drogas, la presión de la violencia, del crimen, de conductas antisociales.

Precisamente cuando nuestros hijos tienen un problema con la delincuencia normalmente se debe a que no hubo control de conducta en sus vidas. Los dejamos transitar la infancia y la adolescencia sin enseñarles cómo deben de conducirse y esto empieza a formar un ciclo vicioso en sus vidas.

Por eso es importante que el padre de familia no solamente establezca reglas de conducta sino también aprenda a monitorear las actividades de sus hijos, y aprenda a estar cerca de ellos.

¿Qué hace mi hijo, con quién se junta, a dónde va? Eso es importante, invertirles tiempo.

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