La ley de la siembra y la cosecha depende de ti papá

Qué hermoso se cumple el principio de Dios en Gálatas 6:7 que dice: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”.

Sembrar para la carne no es otra cosa que una vida egoísta que sólo piensa en sí misma, que no ama a Dios con todas sus fuerzas ni a su prójimo como a sí mismo.

Y así es con los padres que no aman a sus hijos, que no entienden que requieren de una atención cercana, de un compromiso y también de una atmósfera cálida en el hogar, llena de afecto, para poderse desarrollar emocional, física y mentalmente. Van a cosechar destrucción, hijos alcohólicos, adictos a las drogas, violentos, hijos que van a despreciar las sagradas escrituras, que no van a querer seguir el camino de Dios.

Lo digo con tristeza, muchos padres tratan de hacer que sus hijos obedezcan a Dios, pero no los enseñaron primero a obedecer a su prójimo, lo cual será imposible.

Si el niño crece sin principios en el hogar, de nada sirve, todo se va a derribar. Recuerdo las palabras de Abraham Lincoln: “Las personas pasan, los principios viven, viven para siempre”.

Es cierto, los principios son eternos y se requieren principios que puedan darle vida al hogar, que puedan promover una atmósfera positiva para nuestros hijos.

Quiero decirte que el matrimonio está sujeto entonces a la ley de la siembra y la cosecha, lo que sembramos, cosecharemos.

Alguien dirá, ¿pero qué con aquél señor, padre de familia que tiene unos carrazos último modelo, que tiene una casa de lujo con dos albercas, campo deportivo, sala de televisión? Déjame decirte que todo eso es cosmético, está en la superficie.

Lo profundo, lo que realmente va a durar, el éxito, no es el material, sino el desarrollo psicológico, social de nuestros hijos, el desarrollo espiritual en sus vidas, que les lleve a tomar decisiones sabias, y a amar a Dios con toda su alma y sus fuerzas y a su prójimo como a sí mismos.

Programa:
Nacidos para perder II: El cerebro se moldea en casa
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Papá, ¿cuál es el centro de tu vida?
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