Segundo error: el desánimo

Muchos padres han llegado con un servidor y han dicho: “he platicado con mis hijos y los veo exactamente igual, su actitud es incorrecta, mis hijos adolescentes no entienden por más que les hablo”.

Otros dicen: “Hemos trabajado con ellos, les hemos dado lo mejor, les hemos llevado a las mejores escuelas, hemos dado lo mejor de nosotros y no vemos nada, al contrario, vemos que la actitud de nuestros hijos va cada vez peor y ya no sabemos qué hacer”.

El segundo error más común que se está cometiendo en la crianza de los hijos es el desánimo. ¿Por qué es un error? Porque si ya de entrada pensamos que nuestros hijos no van a cambiar, que ellos no tienen solución, entonces hemos trabajado en vano desde siempre. Y cuando se termina la esperanza entonces ya no hay nada por lo cual luchar.

Por ejemplo, el poeta Henry Nonfelow, dijo:

La declinación de una gran esperanza es como la declinación del sol; se va el brillo de nuestra vida.

Si yo ya estoy desanimado en la crianza de mis hijos, si veo el carácter de ellos que es desagradable, su irresponsabilidad en la escuela, su carácter mal formado, las relaciones familiares afectadas, solamente me quedan dos cosas: cruzarme de brazos y decir “no puedo, esto es imposible”, y luego, caer en la peor de todas las desgracias: ya no querer enfrentar el problema del hijo.

El padre desanimado prefiere abandonar a su hijo que anda en la drogadicción y lo deja hacer lo que quiere, y que él solo encuentre la solución.

Todos hemos llegado a sentir desánimo en algún momento de nuestra caminata y de nuestra relación familiar. Muchísimas veces. Es más, la gran mayoría de los padres estamos trabajando en la crianza y en la educación de nuestros hijos con compromiso. A veces no vemos nada, vienen los desánimos uno tras de otro.

En cierta ocasión platicaba una mujer y decía: “veo a mis hijos y me desanimo, como si mis hijos fueran incorregibles, y veo los hijos de otras familias, educados, que están creciendo bien, y yo no sé qué está pasando, porque realmente me he esforzado”.

El desaliento es algo que mata y si yo ya estoy totalmente desanimado yo ya no puedo seguir luchando por mi familia, yo ya no puedo seguir dando lo mejor de mí, porque si estoy trabajando en vano no voy a recibir ninguna recompensa por mi trabajo.

Ilustraré esto con el árbol de bambú. Desde que se planta su semilla, no se ve absolutamente nada durante los primeros 4 años, excepto un pequeño bulbo saliendo de la tierra. Durante esos 4 años todo el crecimiento se lleva a cabo bajo la tierra en una estructura maciza y fibrosa de raíces que se expande hacia abajo y a lo ancho y debajo de la tierra.

Pero entonces, en el año quinto, ¡el árbol de bambú crece hasta 25 metros! En otras palabras, la gran mayoría del trabajo en esta planta no está en crecer, sino que todo su trabajo es subterráneo, debajo de la tierra… nadie lo observa.

4 años donde pareciera que no se está formando nada, pero en realidad están creciendo las raíces, están creciendo y se están metiendo por todas las partes que puedan de la tierra y empiezan a crecer y a crecer por doquier de tal manera que luego llegan a ser un fundamento, una simiente fuerte, llegando a crecer en un año hasta 25 metros.

Así es la cuestión familiar. En muchas de las ocasiones, el trabajo de una madre dedicada a las labores domésticas, la crianza de los hijos, el ayudarles a hacer tareas y estar continuamente trabajando con ellos, es una labor que no deja ver quizás un gran fruto, o pareciera que no está ocurriendo nada en los hijos.

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Los errores más comunes que cometen los padres en la educación de sus hijos

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