La sexualidad y cómo enseñarla a nuestros adolescentes I

 

La mejor receta: la abstinencia
 

Así pues, con esas evidencias las cosas empezaron a cambiar en Estados Unidos. El 5 de abril de 1999 la agencia Efe informaba que el gobierno de Estados Unidos y el de los estados gastarán en un quinquenio más, 60 000 millones de pesetas españolas en programas de educación sexual que enseñan a los adolescentes que la mejor receta es la abstinencia.

         En Estados Unidos, la famosa educación sexual que ahora se quiere implantar en México y en algunos países hispanohablantes, no funcionó. Tenemos las cifras y estadísticas del incremento en embarazos no deseados, abortos y enfermedades de transmisión sexual. Tenemos también la experiencia de aquellos científicos sobre la educación sexual, que hemos mencionado, y tenemos la evidencia más contundente en esta declaración: “…la mejor receta es la abstinencia”.

         En otras palabras, estamos tomando la basura que no sirvió en otros países y de la cual hoy se lamentan. Parece mentira que en Estados Unidos hayan comenzado ya a cambiar los programas de educación sexual; al menos se dan cuenta de todos los problemas que ocasiona la liberalidad sexual.

         En México, desgraciadamente la educación sexual que se trata de imponer a los alumnos va por otra derrota y maestros y padres de familia se encogen de hombros ante campañas gubernamentales que dañan la formación de los hijos.

         No queremos pensar mal, pero tampoco hay que ser ingenuos y cerrar los ojos ante lo que parecen intereses económicos y de otra especie. Confirmadas las sospechas hay que pedir responsabilidades, caiga quien caiga. Hay quien piensa que muchos negocios están detrás, esperando llenar sus arcas, como si de buitres se tratara. Se puede afirmar, como alguien dijo: “el negocio de la salud empieza con el ginecólogo y termina con el enterrador”.

         En un artículo de opinión publicado por el Washington Post en el 2002, la autora del libro “Sex and Sensibility: The Thinking Parent's Guide to Talking Sense About Sex”, Deborah Roffman, reflexionaba sobre la falta del significado de la sexualidad entre las jóvenes generaciones. En la era del sida, los jóvenes pagan actualmente el precio de esta carencia, fruto de la revolución, o tal vez mejor, de la revuelta sexual de los años 60’s.

         Las cosas en Europa han sucedido de modo paralelo; en Suecia, por las mismas décadas, se experimentó un aumento de lo que se llamó entonces ‘nacimientos ilegítimos’, excepto entre los jóvenes más mayores o entre quienes no recibieron esa "educación sexual". En España un estudio similar se llevó a cabo en Manresa obteniendo los mismos resultados.

         Causa sorpresa comprobar que cuando en otros países están ya de vuelta de muchas cosas, nosotros seguimos tropezando y no nos sirve su mala experiencia. Como resultado de la ausencia de educación sexual, o de una deformada “educación sexual”, vienen los embarazos de adolescentes.

         En aquellas poblaciones, institutos, etc., donde se ha pretendido ir en vanguardia con campañas atrevidas de información sexual a adolescentes, se han producido, al poco tiempo, embarazos de adolescentes. Luego, estas jóvenes, normalmente presionadas para intentar resolver el problema, lo cargan al más débil, al que en ese momento no tiene voz, ni voto, ni puede defenderse: el niño.

         Es alarmante esta situación, pues ahora vemos el resultado de una mala educación sexual, tal como se ha demostrado en los países europeos y de primer mundo y cómo nosotros estamos retomando sus malas experiencias, en vez de aprender de ellas y evitarlas.

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