¿Por qué a mí?
Parte I

 

Una pregunta sin respuesta
 

Muchas personas caminan hoy por las calles de todo del mundo llevando sufrimientos y penas pero sin comprender por qué vinieron a sus vidas.

         Cuando viene la ansiedad y el desasosiego interno después de sufrir y no saber manejar uno mismo la situación o no haber buscado ayuda a tiempo; después de sufrir en silencio aquel drama que viviste o que estás viviendo diariamente y que está destruyendo tu felicidad, emociones y esperanza; se pierden las expectativas, no tienes futuro aparentemente y te preguntas ¿por qué a mí?

         No hay una respuesta adecuada que yo pueda darte en este momento; es una pregunta muy justa y muy real que muchas personas nos hacemos. ¿Por qué me tocó a mí vivir esto? ¿Por qué a mí me tocó la muerte de mi esposo mientras otras tienen a sus esposos vivos? ¿Por qué me tocó este hijo con problemas de alcoholismo o drogadicción? ¿Por qué a mí me tocó este esposo alcohólico y golpeador? ¿Por qué me tocó a mí ser abusada o abusado? ¿Por qué me hicieron esto a mí?

         Quiero decir con humildad a todos aquellos que llevan dentro esta pregunta, que un buen comienzo para responderla es entendiendo que no eres el único que sufre. La inmensa mayoría de los seres humanos en este planeta han sufrido catástrofes, sean naturales, de carácter familiar o económico. Algunas, por su propia voluntad, por la ayuda recibida o porque la buscaron en el momento apropiado, han superado esa crisis; otros no han intentado resolverla y otros aún la sufren.

         Cuando sufrimos un evento inesperado en el que hay dolor, sorpresa o trauma muy fuertes, muchos se sienten sin ayuda. Una de las grandes vergüenzas de nuestra época es que no sabemos ayudarnos unos a otros para desarraigar de nuestras almas los problemas, con la ayuda de otras personas.

         Al contrario, muchísimos niños sufren heridas directas causadas por la violencia intrafamiliar; van al hospital golpeados o quemados; otros son expuestos a la pérdida de sus hogares, de sus padres, a peligros que les traen mucho miedo; otros sufren mala nutrición, enfermedades, explotación, abuso o negligencia al no brindarles lo que necesitan.

         Millones y millones de niños están siendo criados en esa atmósfera de descuido, dolor y necesidad; no se sienten aceptados y amados como para restaurar sus esperanzas y sus sueños.

         Aquellos quienes hemos tenido la oportunidad de trabajar con personas que sufren, nos damos cuenta que surgen ciertos sentimientos, pues la persona que ha sido herida pierde la confianza y nos enfrentamos con problemas que van más allá de nuestra capacidad de ayudar.

         Algunos de los sentimientos que surgen son: la culpabilidad, el miedo, la pérdida de confianza y de estima propia, no sentirse dignas de ser personas, de ser amadas o ayudadas y se distorsionan las ideas de sí mismos. Pero aquellos quienes han sufrido pueden ayudar a otros que están sufriendo a vencer.

         Desgraciadamente, nuestra sociedad se vuelve cada vez más egoísta e insensible hacia las necesidades del prójimo, ciegos voluntariamente para no ver aquella persona sufrir una desgracia o el efecto sorpresa y doloroso de una mala noticia; finge no darse cuenta, no querer enterarse.

No escondas tus sentimientos
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