¿Por qué a mí?
Parte I

 

No escondas tus sentimientos
 

Cuando platicaba con aquella joven que fue abusada de pronto por su padre, mi respuesta inmediata fue: “tienes que enfrentar esos sentimientos, no los ocultes, no trates de sepultarlos ni apagarlos”.

         Mucha gente trata de apagar sus sentimientos. Algunos recurren al alcohol, otros a las drogas, o se quitan la vida en un momento de desesperación, hay intentos de homicidio o, simplemente, se abandonan a la ‘buena suerte’, como dicen algunos; como un barco que va sin timón, sin dirección alguna, arrastrado por las olas del mar, quien sabe hacia donde.

         Así muchas vidas hoy transitan en esta vida difícil de vivir, azarosa, cansada y agitada; agrégale a eso los sentimientos de culpa, de vergüenza, de dolor, de impotencia, de no servir, de no sentirse útiles después de vivir una situación dolorosa. Por eso es importante expresar tus sentimientos, ¡no los ocultes!

         Y nosotros tratemos de entenderlos, de interpretar sus experiencias y traumas, de proveerles ayuda con intervenciones claras de consejería, de cuidados y de amor. Pero no debe ser cualquier clase de amor, tiene que ser ese amor sufrido, que soporta, que nunca deja de ser, que todo perdona y no guarda rencor, que está dispuesto a darse por los demás sin esperar nada a cambio, ni recompensa sino sólo la satisfacción de haber hecho lo correcto.

         No hay nada más correcto y justo que podamos hacer, que ayudar a nuestro prójimo cuando está en necesidad; el que cierra su corazón contra su hermano en momentos de necesidad o el que teniendo con qué ayudar a su prójimo no lo hace, es culpable ante los hombres. Cualquier persona con clara conciencia diría: “No es justo que teniendo tú cómo ayudar a otro, no lo hagas.”

         ¡Cuánto más culpable no será ante el tribunal celestial, donde Dios es el Juez Justo! Él nos ha dado una ley y unas normas de conducta que deben regular nuestras vidas, a través de las Escrituras; y para saber lo que es bueno y lo que es malo, nos ha dado una conciencia, una razón para saber hacer juicios críticos correctos. Sin embargo, muchas veces cerramos nuestro corazón y no estamos dispuestos a ayudar a tanta gente que sufre.

         Mucha gente necesita ese soporte, ese sustento y ese cuidado personal; muchos individuos, familias o comunidades enteras sufren por falta de cuidado personal, de consejería, de ayudar por medio de escuchar. Escuchar es un elemento poderosísimo para poder ayudar a la gente que sufre.

         En aquella ocasión que yo escuchaba a esa mujer que se dolía con todo su corazón porque la imagen de su padre, a quien ella honraba, amaba y respetaba, se destruyó en un instante cuando se convirtió en un monstruo y trató de abusar de ella, comentó que se sentía con un gran vacío, pues había perdido algo muy estimado; sus sentimientos surgieron y tan sólo el hecho de escucharla fue de gran alivio para ella, sólo el saber que alguien se interesaba por su problema.

Es tan importante para ti, que atraviesas por problemas, saber que alguien puede ayudarte y escucharte desinteresadamente, sin buscar tu dinero, tu favor, algo a cambio o alguna recompensa, sino solamente la satisfacción de hacer el bien, de hacer lo que es justo, de poder extender los brazos hacia alguna persona que está deambulando, quizá perdiendo la razón por tanto sufrimiento que lleva su alma.

El sentimiento de pérdida
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