¿Por qué a mí?
Parte I

 

¡Claro que hay esperanza!
 

Una vez que hablas es importante actuar y darte cuenta que si hay esperanza, hay personas que se interesan por ti y que tienen tiempo para escucharte. Hay personas capacitadas, consejeros familiares, psicólogos, psiquiatras, líderes espirituales y personas que con honestidad y sinceridad se acercan a tu vida a darte un consejo; escucha y recibe el consejo si es justo, bueno, correcto y de acuerdo a tu conciencia; síguelo, obedece y deja que te conduzcan a la razón.

         Muchas veces perdemos la razón, no quiere decir que nos volvamos locos, sino que ya no podemos pensar por tantas cosas que tenemos en la cabeza, ya no podemos hacer juicios sanos y correctos y justos.

         Si lo que necesitas es un cambio de vida, obedece; si te has hecho adicto a la droga, al alcohol o estás viviendo en una relación inmoral, obedece. Quita de tu conciencia todas aquellas cosas que traen culpa; la conciencia es juez en nuestras vidas, todos la tenemos. Cuando, de niño, te robabas un dulce en la tienda lo hacías a escondidas del dueño, ¿por qué no lo hacías frente a él? Porque tu conciencia te dictaba que robar es malo; o el que va a hacer una fechoría lo hace a escondidas, de noche, sin que se den cuenta, porque su conciencia le dice que está mal y le reprocha.

         La conciencia, cuando abusamos de ella y nos dice que está mal lo que hicimos y tratamos de apaciguarla, se vuelve culposa, se vuelve un aguijón y empieza a ocasionar un dolor profundo.

         Quisiera terminar leyendo el Salmo 23 de las Sagradas Escrituras, para que podamos ver también el enfoque espiritual:

Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.”

         ¡Oh, cuánto descanso hallan las almas que vienen a Cristo, el Salvador! Quién mejor que Dios sabe consolar y fortalecer los corazones de los que sufren, por cuanto Jesús mismo sufrió el desprecio, la muerte y el castigo siendo inocente, él es capaz de ayudar a los que sufren, de dolerse y de tener empatía.

         Es el Señor el que está contigo cuando lo buscas con sinceridad, aún en los valles de sombra de muerte; él puede rescatar tu vida de ese hoyo profundo y poner sobre la roca firme tus pies, poner en un cimiento seguro tu vida, donde puedas construir un hogar feliz, restaurar tu pasado, renacer y ser una criatura nueva.

Como dice la Escritura, ese cimiento es Jesucristo, no hay otro en el cual podamos edificar. Muchas gracias por tu atención.

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