El papel de los padres en la educación de los hijos
Parte II

 

Diez claves para la educación de tus hijos
 
  1. Los padres deben educar la voluntad de los hijos y sus sentimientos.

Preparar a un hijo para la vida no es satisfacer todas sus voluntades y todos sus caprichos. Enseña a tu hijo a renunciar y a oír "no". No impongas la renuncia, pero llévalo a aceptarla libremente. Señala la razón del renunciar, su valor y necesidad para la vida. Si no aprende ahora a decir no a lo permitido, luego no sabrá decir no a lo prohibido.

El exceso de mimos echa a perder a los niños; los hijos que son muy mimados sufren mucho en la vida, vivirán siempre alterados e inseguros. La sobreprotección y el exceso de censuras, críticas y castigos es la principal causa de inseguridad en los jóvenes. Los grandes hombres de la historia soportaron pruebas y privaciones en la vida, poco se puede esperar de los hombres que nunca supieron lo que son privaciones, renuncias y sacrificios. Los que reciben todo en la infancia no sabrán dar nada como adultos.

  1. La cólera es nociva para la educación de los hijos.

La ira nos lleva a decir palabras sin pensar y a actuar irreflexivamente. El hablar sin pensar y el actuar sin reflexionar pueden lastimar, herir, ofender y llevar a cometer injusticias. Habla con tu hijo con calma y ten actitudes positivas. La cólera, la ira y la falta de dominio pueden hacer que se cometan actos que no pensábamos hacer.

Muchos padres, llevados por la ira del momento, hieren el corazón de los hijos con palabras semejantes a éstas: "Tú no sirves para nada." "Tú eres la vergüenza de la familia." "Tú no vales nada." "¡Tú eres un hijo indigno!"

Pero ¿qué pasa? Después, cuando estás en calma, reflexionas y te arrepientes. Pero será demasiado tarde. Las palabras ya fueron dichas y el corazón de tu hijo ya fue herido. Piensa antes de hablar y reflexiona antes de actuar, tan sencillo como contar del 1 al 10 antes de hablar o de actuar, te serenas y te das cuenta que ibas a hablar por coraje. Recuerda que a un corazón herido siempre le queda una cicatriz.

No hables sin pensar y sin medir el alcance de tus palabras. No creas que porque hieres, hablas o amenazas mucho vas a lograr objetivos en la vida; para nada, sólo vas a empeorar las cosas. No hagas un gesto sin medir las consecuencias. Tu hijo es un tesoro que merece todo el amor, respeto y cariño; es un tesoro de la vida entregado en las manos de los padres.

  1.  El secreto que un hijo confía al padre o a la madre debe ser como una piedra lanzada al mar; se esconde en el fondo, nadie la ve, descubre, conoce.

Sé siempre discreto, guarda en lo profundo del corazón el secreto de tu hijo; la confianza, una vez perdida, difícilmente se recupera. Un joven comienza a desorientarse desde el momento en que pierde la confianza en sus padres. Mientras los hijos confíen en los padres, tendrán siempre una luz que los ilumine, una guía que los conduzca y una brújula que los oriente.

  1. La mejor escuela de la vida es el ejemplo de los padres. Los hijos toman más en cuenta los ejemplos que las enseñanzas.

Los padres no les pueden exigir virtudes y cualidades que ellos no tienen a sus propios hijos. Cuando los padres son vigilantes de sus acciones, estarán construyendo la moral de sus hijos. ¿Qué ejemplos les das? ¿A ti te gustaría que tus hijos hicieran lo que tú haces?

El ejemplo enseña más, si el padre es afectuoso y amoroso con la esposa y la respeta, los hijos harán lo mismo; si el padre es servicial y pone el ejemplo, los hijos harán lo mismo; si contribuye en las labores del hogar, los hijos harán lo mismo; si habla correctamente, si censura la crítica, el juzgar a los demás en una forma inapropiada, el difamar o calumniar el carácter de las personas -aunque éste sea uno realmente malo- los hijos harán lo mismo.

Recuerdo la hermosa historia de un padre de familia que acostumbraba llevar a sus hijos a desayunar al río, que estaba cerca de su casa antes de irse a la escuela. Este padre y su esposa tomaban el almuerzo y lo llevaban en el auto, ponían una mesa sencilla, comían, daban gracias a Dios, tenían una lectura de la Biblia, el padre trataba de meditarla con los hijos y explicarla, oraban juntos y los llevaba a la escuela.

A la hora de comer se repetía un evento similar, después los llevaba a conocer lo que es el comercio, les enseñaba el valor de trabajar, les inculcaba valores como el respeto y la honestidad. El padre atrevidamente llevó a sus hijos a que vieran qué es un tutelar de menores, cómo muchos menores están detenidos por cometer delitos como drogas, robos, violaciones, etc.

Los hijos fueron aprendiendo en base al ejemplo y las experiencias que el mismo padre les transmitía. Aprendieron a decir no a las drogas porque vieron el resultado de las mismas, lo mismo al alcohol y al cigarrillo. El padre siempre fue un instructor de sus hijos, él siempre decía: “No tengo oro, no tengo joyas preciosas ni diamantes, no soy un hombre rico pero de algo me enorgullezco, mi mejor tesoro son mis hijos.”

La mejor escuela no es la más cara, no es la que enseña inglés, no es la que está en la colonia más elegante, no es la que cuente con mejores maestros o pupitres. La mejor escuela de la vida es el ejemplo de los padres. Los hijos toman más en cuenta los ejemplos que las enseñanzas.

  1. La misión de los padres es orientar, esclarecer, amar, comprender, incentivar.

Cuando actuamos así le damos oportunidad a nuestro hijo para que se afirme en la vida. Acuérdate que tu niño no nació sabiendo las cosas, él es un ser humano racional, es inteligente y tiene una capacidad para aprender. Nosotros debemos ser los entrenadores.

Si los padres de familia continuamos con ese error gravísimo de pensar que es en la escuela donde van a educar a los hijos, estamos completamente equivocados. Cierto es que la escuela tiene un papel importante -como ya lo hemos mencionado- pero acabamos de decir que la mejor escuela de la vida es el ejemplo.

Esto es un compromiso de estar con ellos, comprender sus diferentes necesidades, animarlos e incentivarlos; actuar así es darle oportunidad de afirmarse en la vida. El amor que los hijos reciben de los padres y la confianza que éstos depositan en ellos es para los jóvenes un seguro amparo de vida.

  1. El desahogarse es una necesidad psicológica de toda persona.

Tu hijo muchas veces está psicológicamente agobiado y siente la necesidad de desahogarse. Necesita decir lo que siente. Escucha con paciencia y benevolencia su desafío, aunque hable en forma agresiva e irritada. No lo calles, no le pongas un alto. Deja que se desahogue, deja que hable. Ellos son seres emocionales, acumulan emociones; a veces, debido a su inmadurez como niños o preadolescentes, no saben cómo manejar sus presiones. Lo que a ti te parece ridículo a tu edad, para ellos es muy importante a su edad.

Aprende a escuchar con paciencia y atención el desahogo de tu hijo y evitarás muchas discusiones, desavenencias y contrariedades. Deja que tu hijo diga todo lo que siente y, cuando esté en calma, estará en condiciones de razonar y reconocer el error.

Papá y mamá que me escuchas hoy, estamos viviendo un mundo muy difícil para nosotros y para nuestros hijos. Ellos necesitan desahogarse emocionalmente, a veces no saben cómo manejarlo, a veces se irritan o hablan en forma agresiva, pero si aprendes a escucharlos con paciencia y a dejar que se desahoguen, evitarás muchas discusiones. Comparte las dudas, angustias y problemas de tu hijo y él será tu amigo.

¡Qué hermoso es cuando nuestros hijos son nuestros amigos, cuando saben abrir sus corazones delante de nosotros y expresar lo que a nadie expresan porque saben que cuando hablan no serán censurados, atacados ni reprimidos! Les estamos animando a expresarse y desahogarse.

  1. Saber escuchar en silencio es una virtud que los padres también deben tener.

Antes de contradecir a tu hijo, escucha, analiza y trata de comprender lo que él quiere decir. Y después habla, pero con amor. Cuando los padres se precipitan en responder o en contradecir al hijo, pueden cometer una injusticia o interpretar de modo incorrecto y esto suscita la rebeldía del hijo.

Deja que tu hijo hable y oiga pacientemente y sólo después habla, analiza, medita y dialoga con él. Una mente así es capaz de ayudar, de orientar, de esclarecer dudas, de dirigir al niño o al muchacho. Una persona irritada no está en condiciones de oír y comprender.

Yo he visto que cuando los padres aplican este estilo de vida con los hijos ellos van aprendiendo a ser más expresivos con los padres, van quitando el miedo de hablar aún cosas difíciles o penosas; es mejor que sepas lo que está afectando a tus hijos y no que seas como la avestruz, que esconde la cabeza para no ver lo que pasa alrededor.

Por más doloroso que sea lo que tu hijo te va a decir, lo que piensa de ti, la rabieta o la confusión que trae adentro o los cambios de ánimo, que son normales en los preadolescentes; el dejarlos expresarlo y saber escucharlos en silencio puede traer excelentes resultados.

Al principio parecerá un poco difícil, pero después será una práctica y luego los hijos solos te dirán: “Papá o mamá, quiero hablar contigo.” Es ahí cuando se forma un vínculo. 

  1. Deja que tu hija hable, sólo escucha, después dialoga calma y serenamente con ella.

Tal vez ella diga muchas cosas equivocadas, pero analizando bien encontraremos muchas verdades entre los errores. Apreciar y valorizar lo bueno da mejores resultados que señalar y condenar de inmediato lo equivocado. A nadie le gusta ser refutado y censurado al instante.

Muchos padres no defienden la verdad, pero sí sus puntos de vista para que prevalezcan sobre los puntos de vista de sus hijos. ¡No se vale, papá! No es tu punto de vista el que vale, aquí ten mucha humildad y paciencia y aprende tú también; es la verdad la que vale.

“Así soy yo y no voy a cambiar” dicen algunos padres, pues discúlpame, estás desorientando y confundiendo a tus hijos. Defiende la verdad, lo razonable, no seas dogmático; un dogma es una verdad irrefutable que no puede ser cambiada bajo ninguna circunstancia. Si las cosas no son como se creían, acepta con humildad los cambios y no trates de imponer tus puntos de vista muy particulares sobre la verdad.

A veces nuestros hijos nos dan enseñanzas muy profundas sobre cosas que hacemos mal, pero el orgullo no nos deja reconocerlo y queremos ganar el punto porque tenemos miedo de perder la autoridad sobre nuestros hijos si reconocemos nuestras fallas. Es mentira, es machismo puro, estás bien equivocado, te lo digo con todo respeto.

No hay nada mejor en la vida que aprender a reconocer y eso no te quita autoridad, sino que ganas más delante de tus hijos porque ellos aprecian tu valor de aprender de tus equivocaciones. Recuérdalo, defendamos la verdad para que prevalezcan sobre nuestros hijos los principios.

Nuestro hijo no es un adversario a combatir, sino un amigo a conquistar y para conquistar nada mejor que saber oír. El que no sabe oír y nada más quiere imponer sus puntos de vista no va a conquistar mas que un fracaso, una frustración, un gran egoísmo y egocentrismo que van a nublar su razón y a llevar casi al estado de un ser animal no pensante.

¿Cuál es la verdad? Los valores que son justos y buenos, aquellas cosas que están demostradas científicamente, aquellas que son buenas, que podemos obtener en las Sagradas Escrituras, las cuales nos pueden hacer sabios. Como dice la Escritura: “No seas sabio en tu propia opinión… y no te apoyes en tu propia prudencia.”

Cuando analizamos este proverbio nos damos cuenta de la veracidad de las Sagradas Escrituras, porque muchos padres son sabios en su propia opinión y se apoyan en su propio consejo y prudencia, no son enseñables ni humildes para reconocer y para aprender a confiar en Dios de todo corazón, reconociéndolo en todos sus caminos. Papá, cuánto necesitamos que alguien nos llame la atención, y esto a veces viene de parte de nuestros hijos, reconócelo. Aprendamos a enderezar nuestros caminos, tengamos respeto al consejo de los demás.

Si no queremos que nuestros hijos hagan el mal pues no hagamos el mal; si queremos que nuestros hijos realmente se desarrollen en un ambiente sano tenemos que ofrecerles buena medicina para sus cuerpos, como son palabras buenas, no irritantes, no odio, no rencores.

  1. Tu hijo requiere de consejos y recomendaciones, pero deben ser dados en pequeñas partes, con amor y bondad.

Dar de golpe una serie de consejos y recomendaciones irrita y satura. El exceso, en lugar de producir efectos positivos, trae resultados negativos. Da a tu hijo los consejos más útiles y prácticos, no los más agradables. Dale un consejo como una sugerencia y no como una imposición.

  1. ¡Cuántos jóvenes aún no descubren el verdadero sentido de la vida!

Viven y no saben por qué. Estamos en este mundo para amar y hacer el bien, el amor nos une unos a otros. El amor siempre trae unidad y conlleva a hacer obras de bien. Una vida sin amor es una vida vacía y sin sentido.

 

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