¿Hay un hombre en casa? Parte II

 

Cualidades del hombre terciopelo
 

A pesar de la fortaleza del acero, resulta muy difícil vivir con un hombre a quien le faltan los rasgos del terciopelo. El acero no es suave ni acariciable, así, en las relaciones humanas necesitamos simpatía y sensibilidad: un hombre capaz de interesarse en los demás.

         El interés no se demuestra tan sólo en proporcionar un ingreso económico, una casa espaciosa, trajes elegantes o carros lujosos. Ninguna de estas cosas equivale a un: “me interesan”. Decir eso significa entregarnos a ellos, porque al darnos nosotros mismos estamos diciendo: “tengo tiempo para ti”.

Nuestra familia necesita saber que nosotros nos interesamos por ella. Hay familias pobres pero felices y con ánimo alegre porque los niños piensan que su padre es el mejor de todos, a pesar de ser el que menos gana en todo el vecindario. No son las cosas las que damos a nuestra familia, sino el interés que mostramos en ella lo que va a dar el mensaje: “los quiero”. El interés se muestra con un toque amistoso, un gesto de cariño, una palabra de aliento, una llamada telefónica. El amor es muy creativo.

La segunda cualidad del hombre de terciopelo es la consideración; emplea tiempo para enterarte de las necesidades de los otros. Una joven se quejaba de su padre, quien proveía económicamente todo lo que necesitaba y tenía buenos principios morales y espirituales, pero no tenía consideración con sus hijos. “Antes de hacerle una pregunta él ya tiene todas las respuestas y cuando se le pide un consejo suelta un sermón sobre lo que se debe o no de hacer. Todo lo que quiero que mi padre haga es que me deje decirle lo que siento, pero no me deja”, comenta.

Una de las maneras más claras de mostrar tu consideración es dedicar unos minutos en la noche para preguntarle a tu hijo o hija cómo van las cosas, que te cuente lo que le pasó. Después escucha, deja que tus hijos se enteren que tienes consideración con los sentimientos de ellos, que eres sensible.

Debemos tener presente que nuestros hijos tienen sentimientos, también ellos se alteran cuando sienten que se les ha tratado mal. Regañarlos en ese momento sólo hace aumentar su enfado, lo que deberíamos decir es: “cuéntame lo que te ha pasado, ¿alguien te trató mal? ¿qué puedo hacer para ayudarte?”

Nada hay que tranquilice tanto a un niño como saber que su padre se interesa en lo que le pasa. El hombre que tiene un carácter con rasgos de terciopelo busca tiempo para escuchar, pero lo importante no es el tiempo que ponga, sino la calidad del tiempo.

El tercer rasgo es la cooperación. Hay ocasiones en que cada miembro de la familia desea hacer algo que tú no tienes ganas de hacer, ahí es cuando se necesita tu cooperación. Para poder ser autoridad en el hogar necesitamos servir, cooperar en el hogar.

Las cualidades del hombre de acero no significan ser dominante, el terciopelo de la cooperación se equilibra con el acero de la autoridad. Ninguna mujer desea abrazar una roca, ningún niño desea jugar con una piedra; la roca es dura, pero el terciopelo suaviza y da descanso. La mujer podrá admirar la fortaleza del acero pero le gusta sentir también la suavidad del terciopelo.

La roca no puede doblegarse, se rompe. Muchas familias tienen por cabeza una roca, sin corazón, en vez de un hombre de terciopelo y acero; un hombre así sabe que en la vida familiar no puede ser todo dureza y firmeza y sabe cuando hay que ceder y sonreír.

Otra cualidad es la comunicación: el hombre de terciopelo es comunicativo. La mayoría de los hombres pueden comunicarse mejor con los demás hombres de trabajo que con sus esposas, quizá esto se deba al hecho de que el hombre conoce el vocabulario de su negocio pero no tiene práctica en el lenguaje de las relaciones y por eso se queda callado. Muchas mujeres se preguntan: “¿qué puedo hacer para que mi marido hable?” A veces, lo que necesitas es guardar silencio y escucharlo, pero el hombre de terciopelo hará el esfuerzo necesario para mantener abiertos los canales de la comunicación.

Comunicarse no es solamente hablar, es también concentrarse en escuchar; como hombre de terciopelo tienes que escuchar muchas cosas aún cuando no tienes deseos de hacerlo. La familia necesita un padre y esposo que tenga los oídos abiertos, quizá no lo entiendas todo, pero al menos escuchas, porque tienes un corazón atento.

El hombre de acero y terciopelo
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