¿Hay un hombre en casa? Parte II

 

El hombre de acero y terciopelo
 

Recordemos que Dios hizo al hombre fuerte y a la mujer femenina y ambos se acoplan y complementan; Dios hizo al hombre para dirigir, apoyar y proveer y a la mujer para ser soporte para el marido, cuidar la casa y los asuntos del hogar.

El hombre de terciopelo puede llegar hasta a llorar y demostrar así su ternura, recuerda que Jesús, el hijo de Dios, el hombre perfecto, lloró y fue compasivo; a todos los enfermos que se le acercaron los sanó, amó a sus discípulos, los sirvió y soportó torpezas e incredulidades. Abraham Lincoln, el hombre de acero y terciopelo dijo una vez: “hay solamente una manera de llevar al niño por el camino que debe llevar y es ir uno mismo por ese camino”.

Hay tres clases de necesidades cuya satisfacción depende del padre: las materiales, las emocionales y las espirituales. No nos cansamos de enfatizar lo que dice la Escritura, “porque si alguno no provee para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo”.

En encuestas relacionadas con la familia, muchas mujeres responde a la pregunta: si usted tuviera que señalar la necesidad más urgente que tiene, como mujer, para satisfacer sus necesidades emocionales, ¿cuál mencionaría? Casi todas las mujeres responden, sin vacilar: seguridad.

Como papá eres responsable de darles esa seguridad económica y emocional a tus hijos. Esa seguridad no es un gran sueldo, una buena casa o un automóvil, las mujeres necesitan un esposo, un amigo que comparta la vida con ella. La seguridad surge del sentimiento de que hay una persona responsable que toma interés en sus hijos y en su esposa. La seguridad se hace más fuerte cuando el padre dice: “necesito que me ayudes, quiero ser un hombre en casa”.

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