El adulto mayor en la familia

 

Sus canas merecen respeto y honra
 

Por: Ing. Gilberto Sánchez

Para terminar citaremos dos textos de las Sagradas Escrituras, uno se encuentra en Éxodo 20: 12 y dice así: “Honra a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen en la tierra que tu Dios te da.” La palabra honrar quiere decir respetar: respeta a tus padres, obedécelos, escucha su consejo, es lo que está queriendo decir el texto. E incluso hay una promesa para este mandamiento: “para que tus días se alarguen en la tierra que tu Dios te da.”

Dios da una promesa: la persona que obedece, honra, respeta a sus padres y que vela por ellos, puede encontrar esta bendición de ser de larga vida en esta tierra. Los padres y abuelos ya pasaron por muchos problemas, ya enfrentaron situaciones que a lo mejor nosotros ni siquiera imaginamos; un buen consejo de ellos puede ahorrarnos muchos problemas.

Hay otro texto que se encuentra en Levítico 19:32 que dice: “Delante de las canas te levantarás y honrarás el rostro del anciano y de tu Dios tendrás temor.” Este texto habla acerca de un respeto muy profundo a la persona anciana; tal vez lo vemos fatigado, cansado, sin fuerzas, sin muchos de sus atributos físicos o facultades mentales, pero dice la Escritura: respétalos y ten temor de Dios.

Para Dios los ancianos son muy importantes, merecen respeto y honra. Dios sabe que conforme pasan los años ellos necesitan más de sus familias, de aquellos que engendraron y criaron, por eso dice: “acuérdate de ellos, respétalos y ten temor de tu Dios.”

Finalmente, Dios nos da a entender una cosa: si hoy tu estás dejando abandonados a tus padres en un asilo, no los atiendes en casa y te olvidas de sus necesidades; acuérdate que un día tú vas a envejecer, si Dios te lo permite, y vas a andar por ese camino. ¡Qué terrible será que un día tus hijos te traten como tú estás tratando a tu padre!

Así que tengamos mucho temor y aprendamos a respetar a los ancianos, a cuidar y velar por sus derechos, a no maltratarlos y a darles el lugar que se merecen en una sociedad a la que, en un momento de su vida, dieron lo mejor que tenían: sus fuerzas, sus talentos y toda su vida. Mediten en la grande bendición que es tener a nuestro padre y madre para honrarlos y servirlos.

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