El adulto mayor en la familia II

 

Devolvamos un poco de lo que ellos nos dieron
 

Por: Ing. Gilberto Sánchez

Por lo tanto, el hecho de devolver eso a nuestros padres ancianos no es más que un acto de gratitud, no es más que hacer memoria y recordar lo que ellos hicieron por nosotros.

Es cierto, no podemos dejar de lado el punto de que posiblemente hubo padres que no fueron tan ejemplares como hubiéramos querido; no hay una escuela para padres, nadie es enseñado para ser padre. Podrá haber consejerías o libros, pero lo que funciona realmente en esta vida es la experiencia que se va obteniendo a través de la vivencia diaria como padre.

Es muy importante saber relacionarse con un anciano que ya vivió muchos momentos difíciles en su vida y que su sabio consejo nos puede ayudar en muchos aspectos de nuestras vidas; nos puede ahorrar muchos problemas para que no experimentemos dolores o errores que otros ya experimentaron y que por amor, por un genuino interés de evitarnos sufrir, ellos nos aconsejan y enseñan.

Como se dice en México, “nadie experimenta en cabeza ajena”; la gente hace oídos sordos y deciden experimentar ellos mismos y a veces los resultados son muy dolorosos.

El primer programa consistió en hablarle a la familia y hacerle entender la obligación que tiene para con los ancianos de cuidarlos y apoyarlos. En muchos países y en algunos estados de México, ya se ha legalizado el trato hacia los ancianos, es decir, hay obligaciones morales y compromisos que se deben cubrir. Si no se cumplen, se puede apelar a la justicia para que al anciano se le respeten todos sus derechos, los cuales es digno de recibir para tener una buena vejez, no una vejez en la que esté malviviendo, sin disfrutar los últimos años de su vida dentro de un contexto familiar.

¡Qué importante es la familia! Una vez más sale a relucir la importancia de ese grupo de personas que están unidos por lazos sanguíneos, que viven bajo un mismo techo y que buscan que se den todos los ingredientes para un crecimiento integral en todos los miembros. De manera que los ancianos de edad avanzada tengan un lugar a donde ir: su familia. El lugar en donde, se supone, deben encontrar todo el apoyo, seguridad y respaldo de sus seres queridos para tener una vejez digna.

¡Cómo cambiaría el mundo si todos los padres se hicieran cargo de sus hijos y todos los hijos apoyaran a sus padres en la vejez! Qué distinto sería el mundo, la sociedad y las familias si tuvieran esa piedad; los padres educarían a sus hijos en amor, trabajarían y se darían por ellos, velarían por su formación académica y moral, les enseñarían principios y valores como el amor, la gratitud y el respeto.

De esta manera, cuando los hijos crecieran, los padres podrían cosechar un poco de eso que sembraron en sus hijos y cuando sus hijos al crecer vieran la necesidad de sus padres podrían poner por obra esas enseñanzas de piedad y gratitud y devolverles un poquito de ese grande amor que sus padres les dieron, un poquito de esa seguridad que sus padres les dieron.

Lamentablemente, no son pocos los casos en donde los padres se desentienden de los hijos y luego, cuando llegan los padres a la edad adulta, a la vejez, los hijos se desentienden de los padres porque nunca se fomentó un vínculo de amor, de aprecio, de respaldo y de apoyo mutuo.
Lo más importante, el perdón
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