El Bullying (II Parte)
Factores y consecuencias del acoso escolar

 

Consecuencias en el agresor y los espectadores
 

Por: Ing. Gilberto Sánchez

Para el agresor puede suponer una forma de aprendizaje sobre cómo conseguir los objetivos en la vida, es decir, el agresor domina a otra persona, le quita el dinero, abusa de ella, le quita sus cosas e impone una forma de dominio no solamente sobre la víctima, sino también sobre todos aquellos que están viendo el cuadro y que prefieren no entrar por miedo.

Entonces la figura del agresor cobra importancia y dominio, él llega a pensar que a través de esa forma de ser pueden obtener las cosas en la sociedad. Esa es precisamente una forma distorsionada de ver la realidad, las cosas no se obtienen de esa manera. Este tipo de conducta pone al agresor en la antesala de una vida delictiva, porque está obteniendo las cosas a través de la violencia y de la intimidación por la fuerza.

Además puede malinterpretar este tipo de conductas como algo bueno y deseable, aunque la realidad es que no es así. Finalmente, llega un día en que dice: “yo no he hecho nada malo, es más, él (la víctima) se merece eso por no defenderse, por no pelear las cosas como deben de ser”. Justifica entonces esa forma de vida, perdiendo el sentido de lo que es bueno y de lo que es malo.

También puede generalizar esta conducta en todos los ámbitos de su vida, es decir, como el agresor obtiene recompensas, dominio y autoridad sobre las personas, entonces usa ese tipo de conducta en todas las relaciones sociales. Incluso cuando se casa hay un dominio sobre la esposa y sobre los hijos, pero no en una forma que edifique sus vidas, sino de manera dominante, autoritaria y amenazante.

Esta forma de vivir es muy destructiva porque las personas se someten, pero no por amor sino por temor y miedo. Esa no es una autoridad que edifica y que le hace bien a los demás, sino una forma de vida que lleva a la persona al sufrimiento, la esposa sufre y los hijos sufren. Lo más terrible es que el patrón se vuelve a repetir, es decir, las personas que están bajo ese maltrato aprenden esa forma de vida de tal manera que cuando crecen la vuelven a aplicar.

Y para los espectadores, ¿qué efectos hay? A los espectadores les supone un aprendizaje sobre cómo comportarse ante situaciones injustas: la indiferencia. Hay algunos que al ver la situación, pueden asumir la actitud de “no es mi problema, yo no me meto, y pues ni modo, así es la vida”.

Realmente éstas no son posturas correctas, porque al ver una injusticia ellos no ponen lo que está de su parte por ayudar, con esta actitud indiferente lo que se fomenta es la impunidad en medio de la sociedad. Ellos aprenden a tener un carácter evasivo y no enfrentan las situaciones que, a la larga, pueden alcanzarlos. Así pues, la problemática empieza a crecer y en la sociedad crece la impunidad y  la injusticia.

Otra situación que afecta a los espectadores es que toman posturas individualistas y egoístas: “no es mi problema, yo no me meto, que se las arreglen ellos como puedan”. El espectador toma esta actitud y en lugar de hacer un grupo para defender al muchacho, simplemente se evade, no quiere problemas, piensa en sí mismo y no apoya ni ayuda a la víctima.

Algo muy peligroso es que esta situación es un escaparate para valorar como importante y respetable la conducta agresiva. Es decir, es muy peligroso que los jóvenes que están de espectadores observen cómo el más fuerte vence al más débil. El pez grande se come al más chico. Los espectadores piensan: “pues es la forma de vivir, ni modo, está bien, él es más valiente, más bravucón y más fuerte” y avalan esa forma de conducta agresiva que incluso lleva a una pérdida de sensibilidad por los sentimientos de los demás. Es decir, al ver el sufrimiento del otro, no actúan y eso los lleva a no tener empatía con el sufrimiento de un tercero.

Por otra parte, aunque el espectador reduce su ansiedad de ser atacado por el agresor, en algunos casos podría sentir la sensación de indefensión semejante a la experimentada por la víctima. De pronto pueden sentir miedo como la víctima y eso puede paralizarlos y puede hacer incluso que la persona niegue sus valores morales por el hecho de no actuar y sufrir consecuencias por ayudar a un tercero.

Influencia de los factores familiares
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