La menopausia y el climaterio
 

Una reflexión final
 

Por: Dr. Salvador Cárdenas

La mujer debe saber que estas son circunstancias que suceden a toda mujer y que eso no significa que la persona ya entró en una etapa de la vida en donde la tristeza deba de ser la compañera o en donde la melancolía diga: “ya pasó la mejor época de mi vida”. Ese es un enfoque equivocado, es una forma errada de entender la vida misma. Lo importante es que como hombres o mujeres, aprendamos a adaptarnos a las diferentes etapas de nuestra vida.

Cuando se es niño, se hacen cosas propias de la edad y es bueno que los niños sean felices y puedan jugar. Después viene la adolescencia y la juventud, luego la edad adulta, después viene el inicio de la menopausia, posteriormente vendrá la madurez y, finalmente, la vejez. Todas las etapas de la vida son buenas, solamente hay que aprender a vivir en cada una de ellas, según nuestras circunstancias y posibilidades.

El tratamiento hormonal es muy bueno para las mujeres en esta situación, ya que les ayuda a ser más estables emocionalmente, a no sentirse tan tristes, a tener una mayor estabilidad y a tener una mayor calidad de vida. Echemos mano de las herramientas que la ciencia médica nos ha dado, echemos mano de los avances médicos para beneficio de hombres y de mujeres. Pero siempre aprendamos a tomar en cuenta que el Dios que nos creó, en su infinita sabiduría, así nos hizo.

Hizo que el ser humano atravesara por diversas etapas: la niñez, que es muy bonita; la adolescencia, con todos sus problemas, debido a que aparecen niveles mayores de hormonas en su sangre; la juventud con sus retos, sus metas y sus ideales; después viene la etapa adulta, en donde la persona tiene madurez; y ya después viene esa etapa en donde empiezan a decaer los niveles hormonales.

Así nos hizo Dios, es correcto y es bueno. Hay que saber vivir esta etapa y no hay que pensar que estamos en el declive de nuestra vida o en una etapa triste; hay que poner nuestra confianza en el Dios que nos creó. Los padres deben enseñar a sus hijos el camino de Dios, el camino que Jesucristo nos enseñó en el Nuevo Testamento. El adulto que depende ya de sí mismo, debe regular su vida mediante la palabra de Dios para no caer en graves problemas morales, familiares o aún en vacíos personales.

Cuando hay una confianza en Dios, en aquél que nos creó, siempre hay fuerzas y energía para salir adelante. Hay que ver la vida a través de los ojos del Dios eterno, del Dios que nos ama, que nos ha creado, que nos ayuda en todas las circunstancias y en cada momento de la vida.

Hay un texto en el libro de Deuteronomio 33:26 y 27 que dice: “No hay como el Dios de Jesurún, quien cabalga sobre los cielos para tu ayuda, y sobre las nubes con su grandeza. El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos.” Nosotros, como seres humanos, cambiamos, somos niños, jóvenes, adultos, ancianos; pero Dios no cambia. Dios es eterno y él nos puede ayudar en cada época de nuestra vida. Dice también el texto en el verso 25: “Hierro y bronce serán tus cerrojos, y como tus días serán tus fuerzas.”

Cuando hay confianza en Dios las fuerzas no se acaban, cuando hay fe y esperanza en Dios, aunque cambien las etapas de nuestra vida, el ánimo no se va para abajo. Al contrario, el ánimo y la expectativa permanecen.

La ciencia médica nos explica por qué se dan las cosas, pero Dios, que es nuestro Creador, que es eterno y que se complace en ayudarnos, es el que nos da la fuerza, la expectativa y la esperanza de que cada día será un mejor día con su ayuda.

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