Mis hijos y yo
 

Una madre ejemplar
 

Por: Lic. José Eduardo Alvarado

¿Qué debo hacer y qué no debo hacer con mis hijos? No podemos decir que lo siguiente sea una receta para todos los casos, obviamente estamos hablándole a las mujeres solas que tienen hijos. De lo que se haga o se deje de hacer se cosecharán frutos buenos o no. Lo más importante es darnos por los demás; cuando lo hacemos nos sentimos revalorados y logramos entender el propósito de estar aquí.

El propósito de vivir lo que estamos viviendo no es solamente pasar la vida, enfrentando los mismos problemas cada día, sino darnos cuenta de que hay una esperanza especial en aquellas personas que comienzan a darse por los demás.

Nos gustaría citar la vida de una mujer que, si bien tenía un esposo, ella sacó adelante a sus hijos en la Inglaterra del siglo XVIII. Ella tuvo la virtud de voltear su corazón hacia sus hijos y proponerse que llegaran a ser personas de impacto en el mundo. Ella ha servido de ejemplo a muchas mujeres por varias generaciones, su nombre era Susana Wesley.

Citaremos aspectos prácticos de su biografía. Ella tenía ocho reglas y en una ocasión, uno de sus hijos le dijo que por favor le dijera cuáles eran esas reglas con las cuales los había criado. Para él había sido muy valioso y como ahora tenía la oportunidad de formar una familia, sabía que esos principios funcionaban.

Susana plasmó en una carta esas reglas que deben aplicarse en el hogar, además, compartió estas ideas con muchas mujeres de aquel tiempo y lograron hacer una gran revolución dentro del alma de las mujeres. Ella decía:

“He observado que los niños dicen mentiras por miedo al castigo y por cobardía, para evitarlo, determinamos que cuando se confrontaba a un niño con una maldad de la cual era culpable, si lo confesaba y prometía no hacerlo más, no lo castigábamos.

Ninguna acción mala, tales como decir mentiras, portarse mal en algún sitio de reunión, desobedecer o reñir, pasaba sin ser castigada. Además, ningún niño debía ser castigado dos veces por la misma falta, si habían corregido su comportamiento, nunca más se les mencionaba lo que hicieron.

Cada acto destacado de obediencia, especialmente si era contrario a sus propias inclinaciones, debía ser felicitado. La obediencia debía ser premiada según los méritos del caso.

Si un niño, hacía algo con la intención de obedecer y agradar, aunque no lo hiciera bien, la obediencia y la intención debían ser aceptadas con bondad; con dulzura y paciencia se debía enseñar cómo hacerlo la próxima vez.

Además, los derechos de cada uno debían ser respetados por los otros, aún en las cosas más pequeñas, aunque el valor no fuera más que el de un alfiler, no se permitía quitar nada del dueño y mucho menos contra su consentimiento.

Las promesas debían ser estrictamente cumplidas. Un regalo una vez dado no podía ser recuperado.”

En aquel tiempo muy pocas mujeres sabían leer bien, es consideraba que las mujeres sólo debían realizar labores domésticas. Ella decía: “Ninguna niña debe ser enseñada a trabajar hasta que supiera leer muy bien.”

Ella anteponía la formación de los hijos a cualquier otra cosa en la casa. A muchos menores hoy se les ocupa para hacer cosas que están fuera de su capacidad. Susana entendía este principio y decía que las hijas no debían aprender a coser o tejer hasta que supieran leer, en un tiempo en el que no era común que las mujeres supieran leer. Era algo revolucionario.

Sería difícil englobar en unas cuantas frases todo lo que es necesario hacer o no hacer con los hijos cuando una mujer ha quedado sola. Sin embargo, si hay algunos consejos que son inmutables y por lo mismo siempre han funcionado.

ĦEl amor es la respuesta!
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