El padre que anhelaría ser
 

El padre que tus hijos quisieran tener
 

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

En una ocasión, un hombre prometió a su hijo que lo llevaría a cenar, pero rompió su promesa y no lo llevó. Aparentemente es una cosa trivial, pero estas escenas resultan muy comunes para muchos padres e hijos. Los padres dicen amar a sus hijos, pero terminan por no cumplir sus promesas, lo cual desilusiona a los hijos y hace que se amarguen y exasperen, por eso muchos niños han tenido que pasar por el desencanto de la terrible desilusión, causado por una promesa no cumplida del padre.

En la consejería familiar nos encontramos una y otra vez con heridas en el corazón de hombres, inclusive adultos, que se han sentido desilusionados al haber sido traicionada la confianza que ellos pusieron en sus padres, porque no estuvieron con ellos el día de su graduación o el día que jugaban fútbol y necesitaban la porra del padre. No estuvieron en el momento en que prometieron estar.

Ésa no es la clase de padre que yo anhelaría ser. Yo deseo cumplir las promesas que les hago a mis hijos y tú también debes anhelarlo. Debes hacer que tus hijos crean y confíen en ti, que vean que su padre cumple sus promesas y que es un hombre cuya palabra vale, porque hace lo que dice. Aunque esto parezca trivial o superficial, para muchos jóvenes y niños es una experiencia muy amarga ser desilusionados por un padre que no cumple sus promesas.

Quiero ser la clase de padre que llegue a ser digno de la confianza de sus hijos, que ellos puedan depender de mí como resultado de mi influencia sobre ellos. Hoy, muchos hijos no dependen de sus padres y, al no depender de ellos, se sienten sin fuerza, solos y sin estímulos, no tienen el apoyo ni la fortaleza, no obtienen de su padre lo que deberían obtener.

Ser padre es mucho más que llevar dinero a la casa o pagar la colegiatura de la escuela. Ser padre es un gran privilegio, es algo que va mucho más allá de lo que comúnmente entendemos. Como padres, debemos tomar en serio las promesas que hacemos a nuestros hijos; a veces cometemos errores y no cumplimos las promesas porque no reconocemos lo serias que son para nuestros hijos y no percibimos el efecto que las promesas no cumplidas o cumplidas tienen sobre ellos.

El Doctor James Scheiller nos dice lo siguiente: “Un hombre, en una ocasión, pasó todo el día pescando en el lago con su hijo. Él era un importante hombre de negocios, pero cuando terminó el día pensó: He perdido todo el día. El hijo tenía su diario, en el que escribió las siguientes palabras: Hoy fui a pescar con papá, fue el día más maravilloso de mi vida.”

Lo que para el padre había representado una pérdida de tiempo, para el hijo fue el día más maravilloso de su vida. En lo particular, yo he aprendido que cuando vemos las cosas a través de los ojos de nuestros hijos apreciamos más las promesas. Ellos son muy sensibles a una promesa no cumplida, porque en ella le estamos enviando un mensaje: Papá tiene cosas más importantes que tú.

De esta manera es más fácil entender cuán importantes son las promesas y con cuánta seriedad debemos tomarlas. Aprendamos a cumplir, pues, las promesas que les hacemos a nuestros hijos. Es fácil decirlo, pero otra cosa es realmente hacerlo.

Es cierto que nuestros hijos requieren que sus necesidades físicas sean suplidas para que lleguen a ser adultos sanos. En la mayoría de las familias esas promesas se dan por un hecho, es algo implícito. No obstante hay promesas que son explícitas, tales como: te prometo escucharte en cualquier momento que tengas problemas.

He tenido la oportunidad de clarificar mis promesas a mis hijos. Por ejemplo, les he explicado que mi promesa de proporcionarles lo que necesitan para suplir sus necesidades físicas, no significa que me voy a asegurar de que vistan siempre a la última moda o que puedan competir con la ropa que usan sus amigos. El padre que clarifica sus promesas y se compromete a cumplirlas, consecuentemente les dará un regalo de un valor incalculable: un padre del cual pueden depender y en quien pueden confiar.

Vivimos tiempos muy peligrosos en los que se ha perdido la confianza en instituciones, personas y gobiernos, la gente se vuelve muy desconfiada y se aísla. Esto también repercute en nuestros hijos, quienes al verse en situaciones difíciles o presiones no saben de quien depender ni en quien confiar. Esto es desastroso, ellos necesitan un padre en quien poner su confianza y de quien depender.

Cumple y clarifica tus promesas
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