El padre que anhelaría ser
 

Cumple y clarifica tus promesas
 

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

En una ocasión escuché la siguiente historia: Una noche, cuando un niño de 11 años ya se había acostado, escuchó que sus padres comenzaron a discutir acaloradamente. Ellos siempre habían tenido cuidado de no pelearse delante de sus hijos, pero no se habían dado cuenta de que Juan todavía estaba despierto y que oía la pelea. En medio de la argumentación, la mamá miró hacia la puerta y vio a su hijo sentado en el umbral, llorando. Dejaron de discutir inmediatamente y el padre tomó en sus brazos al hijo y le dijo: Juanito, ¿tuviste una pesadilla? El niño seguía llorando, pero pudo preguntar entre sollozos: Papi, ¿cuándo se van a divorciar tú y mamá? El papá le respondió: ¿De dónde sacaste esa idea? Juanito contestó lleno de temor: Dos de mis amigos dicen que sus padres discuten mucho y ahora tú y mamá se están peleando.

En ese instante ambos padres volvieron en sí y el enojo se evaporó, aprovecharon ese momento propicio para expresarle a su hijo lo importante que era para ellos su matrimonio. Le dijeron que se amaban, que se habían hecho muchas promesas al casarse y que tenían la intención de cumplirlas.

El padre que no cumple las promesas hechas a su esposa, amigos o colegas del trabajo, le resultará difícil ganarse la confianza de sus hijos. Pero el padre que cumple las promesas que hace a los demás, estimula y aumenta el espíritu de confianza en sus hijos.

Juanita era una jovencita de 14 años. Ella recuerda vivamente que cuando tenía cinco años sentía mucho miedo cuando las tormentas eléctricas se desataban en las noches. Una de esas noches se asustó mucho, fue al cuarto de sus padres y quiso refugiarse en su papá, éste enojado la mandó a dormir inmediatamente. Ella se dio cuenta que no podía confiar ni apoyarse en él, aprendió a esconderse en el baño, a prender la luz o a cerrar la puerta cuando los truenos sonaban. Así se fue creando un trauma bastante fuerte. Pudo superarlo de joven, pero para muchos otros adolescentes los resultados pueden ser devastadores.

Según los doctores David Ferguson y Don Macknell, “La persona cuya necesidad de consuelo y apoyo no es suplida, será propensa al desaliento, a la soledad, a sentirse vacío y a ser tímido. Dicha persona tiende a la promiscuidad, a temer al fracaso, a cansarse de la vida y a ser obsesiva-compulsiva.”

Parece que estuviera describiendo la vida de muchos jóvenes que no han recibido el consuelo de sus padres en momentos de necesidad, que viven con desalientos, solos, vacíos y con temores, porque no tienen en dónde encontrar confort, apoyo y consuelo.

Cuando los jóvenes o adolescentes no encuentran el apoyo en sus padres, van a buscarlo en su mejor amigo y terminan con relaciones promiscuas, antes del matrimonio; otros fracasan en la vida y se sienten cansados. Esos jóvenes tendrán mucha mayor dificultad en afrontar su sentido de inseguridad y en resistir la presión malsana de sus amigos. También pueden tener dificultad en formar amistades sanas y serán más propensos a ceder ante la presión de tener una relación sexual, en un esfuerzo por llenar sus necesidades emocionales.

Por otro lado, ¿qué podemos decir del niño o joven que sí cuenta con el apoyo de su padre? Será más propenso a sentirse amado, agradecido, optimista y a ser cariñoso, compasivo, positivo, generoso, sensible y seguro de sí mismo.

La conducta del padre de Juanita fue deplorable; sin embargo, a mí también me ha pasado que en ocasiones no he ofrecido el consuelo y apoyo que mis hijos necesitaban. Por eso es que yo quiero ser ese padre que apoya y consuela a sus hijos, que tiene la disposición de ayudarlos cuando más lo necesitan, que reacciona con sensibilidad ante sus temores y dolores y que los capacita para resistir las presiones malsanas de los amigos, para vencer su sentido de inseguridad, para tener amistades sanas y para ganarse el respeto y la admiración de sus amigos. Quiero ser la clase de padre que es mi Padre Celestial.

Recuerdo la historia de un joven padre de familia que tenía una hija de 6 años a quien quería enseñar a andar en bicicleta. Él corría al lado de la bicicleta para estabilizarla mientras ella aprendía a coordinar las muchas maniobras. En un momento el padre accidentalmente soltó la bicicleta y ésta y su hija se fueron al suelo. Él expresó su desaliento por haberle fallado, quería que realmente confiara y dependiera de él.

Todos nosotros tenemos limitaciones y una de las claves para llegar a ser padres que consuelan y apoyan a sus hijos es comprenderlas y aceptarlas. No podemos impedir que nuestros hijos se raspen las rodillas, pero sí podemos levantarlos y besar sus heridas; no podemos prevenir que cometan errores, pero sí podemos estar junto a ellos para ayudarles a corregirlos; no podemos protegerlos de todos los males, pero sí podemos estar a su lado para llorar con ellos.

No podemos solucionar todo lo que no anda bien en sus vidas, pero sí podemos elogiarlos cuando triunfan o levantarlos cuando fracasan. No podemos hacer todo, pero con la ayuda de Dios hacemos lo que podemos y eso es suficiente.

Amor = tiempo
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