El padre que anhelaría ser
 

Un lugar seguro para nuestros hijos
 

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

La mayoría de los jóvenes actuales ven el futuro con miedo y ansiedad. Seis de cada diez estudiantes de secundaria afirman conocer a un joven de su edad que ha tratado de suicidarse y uno de cada tres conoce a alguien que ha llevado un arma a la escuela. Muchos tienen amigos o conocidos que andan en conductas peligrosas o ilícitas, como relaciones sexuales prematrimoniales y uso de drogas.

Otra investigación revela que el 68% de los adolescentes menores no creen que este mundo tenga un futuro y el 32% cree que se verán afectados directamente por una aniquilación nuclear. Estos temores se extienden aún a niños menores.

Hace unos años, el periódico New York Times publicó los resultados de un estudio que demostraba que los cinco temores más grandes del niño escolar hace 20 años eran: los ruidos muy fuertes, las habitaciones oscuras, los lugares altos, los animales peligrosos y la gente extraña. Hoy, los temores más grandes del niño escolar son: perder a sus padres a través del divorcio, ser víctimas de un robo, de una golpiza, de una violación o de cáncer.

Los chicos necesitan un lugar seguro, un lugar para refugiarse de los peligros y desengaños de un mundo que se ha vuelto loco. Necesitan un lugar dónde curar sus heridas y encontrar alivio. Esta es la clase de padre que tú debes ser para tus hijos: una fortaleza.

Debemos ser ese refugio para nuestros hijos, ellos deben saber que tienen un lugar seguro al cual pueden acudir, el cual es su padre; deben saber que pueden acudir a su padre en busca de refugio de las tormentas de la vida, de los ataques de sus amigos y de las presiones de la adolescencia.

Si tus hijos perciben que el refugio y la seguridad están a su disposición en ti, papá, será más probable que desarrollen su autoestima y seguridad en sí mismos, porque sabrán que alguien los respalda y está dispuesto a defenderlos, a darles un refugio y a sostenerlos.

Debemos aprender a escuchar a nuestros hijos, ellos necesitan que tengamos tiempo para sentarnos y oírlos. Un hombre de negocios, preocupado por la relación con su hijo de casi 17 años, acudió a la consejería y explicó que su hijo no tenía motivación, se había metido en drogas y la comunicación entre ellos era tirante, a punto de estallar. El consejero le dijo que llevara a su hijo a comer la siguiente semana, no para regañarlo sino para expresar interés en él y escucharlo.

El papá no habló, sólo escuchó. El muchacho estaba esperando que su papá lo regañara, pero le sorprendió que sólo quisiera escucharlo. Entonces, la relación cambió profundamente, sólo porque el padre tuvo tiempo para escuchar a su hijo.

El padre que realmente quiere ser un refugio para su hijo debe desarrollar y afinar el arte de escuchar. En muchas ocasiones nuestros hijos se acercan con lágrimas y nosotros sólo estamos listos para corregirlos, regañarlos o aconsejarlos. Pero si hemos establecido el vínculo paterno y estamos buscando reflejar la imagen de Dios en nuestro papel de padre, nos tomaremos el tiempo para orar por ellos y para escucharlos, reservándonos cualquier crítica y dejándolos que exterioricen todos sus sinsabores sin temor.

Un padre ejemplar
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