El Adulterio – II Parte: Medidas Preventivas
 

Dos mitos del adulterio
 

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

         “Ningún matrimonio está a salvo del adulterio” Este es otro mito que queremos destruir como lo hicimos en la primera parte de este tema con los falsos argumentos que da la sociedad para justificar el adulterio.

Todo matrimonio puede estar a salvo del adulterio, y sólo son excusas de los adúlteros el decir “no supe porqué lo hice”, “ni me di cuenta cómo lo hice, no sé cómo pasó”. No es cierto.

        Para que exista una relación sexual entre dos personas tiene que haber una aceptación del acto tanto de una como de la otra persona. Tú aceptaste el acto, tú estuviste de acuerdo.

        Entonces no digas mentiras para absolverte a ti mismo de tu responsabilidad y hacer ver que el matrimonio es tan frágil como una flor delicada que cualquier vientecito lo destruye; no es cierto.

        Sí existe el matrimonio indestructible y sí existe el matrimonio a salvo del adulterio. Yo conozco miles de matrimonios que no experimentan adulterio ni una sola vez desde que se comprometen hasta la muerte.

        Entonces es un mito el decir que los matrimonios no están a salvo del adulterio. Toma tu responsabilidad si has cometido adulterio, en vez de tratar de convencer a otros de que una fuerza incontrolable fue la que te llevó a cometer adulterio.

        “El amor acaba” la segunda mentira más frecuente. “Estaba locamente enamorado cuando me casé pero después de los años el amor se acabó”, esa es otra gran mentira.

        El amor se cría, así como se crían las flores para que estén hermosas o las terneritas para que sean vacas productivas y den leche; de la misma manera se cría y se fomenta el amor.

        Si la persona con la cual te casaste locamente enamorado, hoy para ti es una extraña, no es culpa de ella mi amigo; es que tú no quisiste comprometerte a fomentar el amor con ella,  el afecto, el cariño y la confianza.

        Si hoy tu esposa no es la misma persona de cuando te casaste, ¡ponte a pensar cuántos embarazos ha tenido! Su cuerpo sufre deformaciones físicas, alteraciones hormonales.

        Piensa cuántas veces por criar a tus hijos su cuerpo se ha desgastado y debilitado, cuántas desveladas ha tenido, y si trabaja fuera de casa, agrégale a eso el trabajo doméstico. ¡Claro que tu esposa no es la misma!

        Lo que pasa es que tú no has fomentado el amor, no te casaste locamente enamorado de ella, sino te casaste locamente enamorado de su cuerpo, y ahora que te das cuenta que ya no es la muchacha de 19 años, con esa carne firme, con ese cuerpo atractivo, ahora que la ves un poco más flácida, cansada, dices que no es la misma.

        Pero ahora que ha cambiado su cuerpo y su figura por el trabajo, por los años, por los embarazos, por las crianzas, etc. ¿Ya dices que se te acabó el
amor? ¡Mentiroso! ¿Cuál amor?

        Si realmente te casaste con ella por amor también observa las virtudes que no tienen que ver solamente con el cuerpo, sino las que tienen que ver con lo interno.

        Observa el carácter bello de una mujer, respetuosa y amable, que sabe llamarle señor a su esposo y respetarle.

        Ve esas virtudes de cuántas desveladas tu esposa se ha tomado criando a los niños, dándoles leche en la madrugada. Cuántas veces ha velado con ellos en sus enfermedades. Cuántas veces ha sufrido cansancios indecibles en el matrimonio. ¿Y tú dices que no es la misma? ¡No tienes vergüenza! ¿No es la misma?

        Quita ese mito querido amigo, destrúyelo, es mentira, no existe.

¿Cuál es la verdad?
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