Cómo criar campeones II PARTE – Lo más importante para nuestros hijos
 

El ejemplo de José White
 

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

Quiero darte un testimonio precioso que leí recientemente de un padre de familia que luchó fuertemente por ayudar a sus hijos en ese paso de la niñez a la adolescencia: José White, quien dice lo siguiente:

      “En los años de la adolescencia hay muchos cambios y es importante la comunicación con nuestros hijos.

      Yo descubrí lo importante de buscar sabiduría para poderlos guiar y dirigir, lo importante de estar sobre mis rodillas día y noche, rogando a Dios por esos años de adolescencia para que mis hijos tuvieran un corazón puro, y mis hijos se mantuvieran puros sexualmente, que pudieran pararse por sus principios morales ante la presión grupal.

      Oré aún para que Dios les diera esposas que tuvieran la misma manera de pensar… le pedí a Dios cuanto podía, tomando la preciosa promesa de Dios que cita Romanos 8:32,

      “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”

      Yo le pedí a Dios todas las cosas que eran necesarias para la crianza de mis hijos. Le pedí a Dios sabiduría, fortaleza, amor, para ayudarlos en esta etapa importante de sus vidas, oré por ellos, oré por sus amigos, sus compañeros, incluso por sus entrenadores de equipos.

      Oré para que pudieran tener la capacidad de soportar la presión de su generación y pudieran tener amor hacia los demás; oré para que Dios los dirigiera y los guiara con Su sabiduría.

      Abrí mis oídos y los hice como de elefante, grandes, grandes para escucharlos. Aprendí  ser tardo para hablar y muy, muy atento para oír, para comprender sus luchas, sus problemas, sus necesidades.

      Mis hijas, dos de ellas, una hablaba muchísimo y no se frenaba, me daba todas sus maneras de pensar. Otra es más reservada, sin embargo yo podía comprender cómo pensaban y ayudarlas a pensar como Dios quiere.

      Empecé a ver que era importantísima toda oportunidad para hablar con ellos: en el desayuno, en la comida, en la cena, al llevarlas a la escuela, al salir de descanso, en el picnic.

      Aprendí a hablarles de corazón a corazón en esos años difíciles de la adolescencia. Me percaté que los medios de comunicación tratarían de decirles a mis hijos que el sexo es seguro, que el alcohol es bueno para su edad, la propaganda, los narcotraficantes, etc.

      Entonces decidí ser la persona más amada por ellos, de tal manera que ellos no amaran las drogas, el alcohol, el sexo promiscuo, sino que amaran más a su padre.

      De esta manera me gané el aprecio de mis hijos y podía así jugar con ellos, acudir a sus entrenamientos y además aprendí a abrir bien grandes mis ojos de tal manera que pudiera conocer los amigos de mis hijos. Siempre tenía muy presentes las sabias palabras de la Escritura en 1ª. Corintios 15:33,

      “Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”.
      Las malas compañías de tus hijos corrompen el buen carácter que formaste en su niñez. Muchos años trabajaste como padre en la niñez de tus hijos para que pudieran aprender a obedecer. Cuida el tránsito a la adolescencia, para que nada se pierda.

      Cuanto más pronto comienzas a trabajar con tus hijos, el éxito será mayor.

      Me di cuenta que ellos observan cada actitud nuestra: si yo tomo cerveza, ellos dirán “¿por qué yo no puedo tomar cerveza?” Si yo fumo, ellos se dirán “¿por qué yo no puedo fumar?” Si yo conduzco el automóvil a alta velocidad en zonas prohibidas, ellos harán lo mismo, si yo no pago mis cuentas ellos robarán, si yo caigo en las drogas ellos también caerán. En otras palabras, aprendí que mis hijos me están observando 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año.

      También aprendí que debo tenerlos siempre bajo una ley de mandamientos, donde habrá consecuencias si no obedecen y habrá premios también si obedecen.

Aprendí que mis muchachos valúan o aprecian la medida en la cual yo paso tiempo con ellos, y gasto mi dinero para ellos, no en mis vicios, sino con ellos. No es lo que yo hable,  sino mi ejemplo lo que más puede convencerlos.
      Aprendí también que yo me debo a mis hijos y debo comprarles una casa confortable. Aprendí que debo de darles la comida adecuada, que debo darles oportunidades de educación, un buen hogar, un buen ejemplo de vida piadosa o devota de mi parte para que ellos la imiten.

      Aprendí también que debo enseñarlos en las Sagradas Escrituras tal como ellas lo indican, 2ª. Timoteo 3:15,

      “...y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”.

     Qué hermoso testimonio y qué sencillo hombre. Hoy es un padre feliz, crió hijos campeones. Imitemos su ejemplo y les garantizo que hay esperanza para criar a nuestros hijos y formarlos como verdaderos campeones.

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