Adolescentes en llamas I - La problemática del adolescente

Papá: ¿hacia dónde estás dirigiendo a tus hijos?

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

Muchos padres ya no quieren batallar con sus hijos, les son un estorbo y los están quemando con malas palabras, con golpes, con maltratos, con humillaciones que dejan una marca muchas veces imborrable en el corazón de ellos, que los conduce a la depresión, al suicidio, a la violencia, a la ira, a la amargura, a buscar fuera de casa el afecto que no recibieron dentro del hogar.

Tal como dice Efesios 4:29:

Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”.

Cuando las palabras son corrompidas en el hogar, cuando hay malas palabras, palabras fuertes, humillantes y empiezan los pleitos con los hijos, tus hijos no son edificados, no se construyen valores en sus vidas, inclusive se privan de la ayuda de Dios, porque se vuelven violentos, drogadictos, flojos en la escuela, rebeldes, desobedientes, y es como si estuviéramos llevando a las reses al matadero, a sacrificarlas.

Así también muchísimos jóvenes, están siendo llevados por sus padres, por esas palabras abusivas, violentas y duras al matadero.
Dice la Escritura en Colosenses 3:15:

”Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados”.

Dios nos llama a la paz. La paz de Dios es ese estado de tranquilidad, de reconciliación con Dios, de conciencia limpia, de tranquilidad.

El padre de familia que está con Dios a través de Jesucristo, que ha arreglado su vida desordenada, el caos del hogar, que se propone levantar su casa sobre Cristo Jesús, es gobernado por la paz de Dios y tiene el temperamento, el valor, el carácter para educar a sus hijos, para sacarlos adelante.

Cuando no tenemos paz destruimos mucho. Nos volvemos violentos, abusivos, groseros, duros, ásperos con la esposa, no la comprendemos, queremos terminar rápido con el problema y le decimos un sinnúmero de cosas, palabras y amenazas.

Pero no tenemos el valor y el coraje real que hace a un hombre de verdad para enfrentar los problemas, sino más bien tenemos una cobardía de no querer enfrentar los problemas.

Por eso es más fácil que el padre se salga a la calle a tomar cerveza con los amigos y dejar el hogar desamparado y la madre se vuelva a sus amigas y los hijos anden en la calle.

Cuando un hogar es gobernado por la paz de Dios, hay orden, tranquilidad y una serenidad de espíritu que permite educar a los hijos, sacar adelante los problemas, tomar decisiones acertadas. Te da la fuerza para soportar los problemas y la paciencia para educar un hijo.

Hoy hago un llamado a todos los padres de familia para que vuelvan su corazón a sus hijos, tengan hogares integrados, firmes en Dios, hogares que fomenten los valores morales, éticos y familiares. Padres que luchen valientemente, que estén dispuestos a pelear por sus hijos para que no sean destruidos.

Millones de adolescentes y jóvenes van camino a la destrucción, sus pies se apresuran a las drogas, al alcohol, al sexo promiscuo y a la violencia. Sólo hay una esperanza: un hogar fundado en Cristo, un hogar fundado en Dios.

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