¿Qué hay después del aborto?

Efectos en los médicos

Por: Ing. Gilberto Sánchez

Los empleados de las clínicas de aborto pueden encubrir los remordimientos de conciencia con ligereza, aparente indiferencia y aun, buen humor. Sin embargo, bajo esta apariencia, a menudo sufren de culpa, la cual manifiestan en una conducta destructiva.

Una enfermera describió sus sentimientos hacia todo lo que estaba relacionado con el aborto:

“Soy arrastrada irresistiblemente a la unidad por mis reacciones de incredulidad, pena, horror, compasión y culpa. El lugar me deprime; sin embargo, merodeo después de las horas de trabajo.

Cuando salgo, me comporto con la efusividad de uno que acaba de escapar de un desastre; tengo sueños pesados, mi sensación de complicidad es algo inerrable que crece, considero la posibilidad de abandonar la investigación.

Con una mano retiro la tapa de una cubeta y veo en su interior, frente a mí, a una personita flotando en un líquido color rojo, es claramente la víctima de un ahogamiento.

Pero quizás eso no fue un accidente, porque el cuerpo está lleno de contusiones; la cara tiene la tirantez de la agonía de uno que ha sido obligado a morir demasiado pronto. La muerte me sobrecoge en una precipitación de locura”.

Bernard Natanson, dueño de clínicas abortivas, dice que los médicos de sus propias clínicas sufrían pesadillas, alcoholismo, drogadicción y problemas  familiares, que algunas veces les llevaban al divorcio.

El doctor Jorge Flash, confesó lo siguiente:

“Extraer un feto, parte por parte, fue muy malo para mi sueño. Miraba fijamente mi rostro en el espejo y me preguntaba cómo todos esos premios y diplomas habían producido un ángel de la muerte”.

Otro doctor declara:

“Mi corazón se endureció ante el hecho de que yo era un asesino, pero ese bebé yaciendo en una fría taza me enseñó lo que el aborto realmente era”.

 Los mismos doctores no entienden lo que es el aborto, sino hasta que lo experimentan. Son fuertemente afectados y, en muchos casos, jamás lo vuelven a practicar. Se dan cuenta de que están violando sus códigos de ética.

El grito desesperado que nadie escuchó
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