En Busca de la Paz

Cuerpo y Alma

Por: Ing. Gilberto Sánchez

Para entrar de lleno a nuestro tema, quisiera primeramente exponer cómo está constituido el ser humano. El hombre y la mujer, somos seres constituidos por tres dimensiones o tres partes: cuerpo, espíritu y alma. Y cada una de estas partes, tiene sus propias necesidades. A su vez, cada parte debe suplir sus necesidades con diversos satisfactores, para poder tener un equilibrio y poder estar en paz consigo mismo.

Y tomando como ejemplo la primera de estas dimensiones: el cuerpo, que es la parte externa del ser humano, la parte que es tangible y que podemos ver a simple vista, que podemos tocar, oler, es un cuerpo que está diseñado por Dios para ser utilizado como  una herramienta que nos sea útil para realizar nuestras labores diarias, y claro, este cuerpo se puede agotar, se puede fatigar, incluso se puede enfermar por períodos largos o cortos, dependiendo de la gravedad, de las condiciones y demandas físicas que se tengan; es decir, aun el trabajo físico puede ser abrumador, o muy estresante, y esto puede hacer que el cuerpo se enferme y empiece a tener problemas.

Sin embargo el cuerpo tiene una capacidad asombrosa de recuperación y entrando en alguna disciplina u orden de alimentación, regulando sus horas de sueño, teniendo un descanso, un ejercicio físico, o tal vez ingiriendo algún medicamento para poder curar la enfermedad que se haya sufrido, el cuerpo puede salir adelante y recuperarse pronto.

¡Es maravilloso, bendito cuerpo! Podemos ver, sentir y detectar de inmediato sus necesidades y podemos suplirlas al momento. Ahí es donde la persona mantiene su equilibrio. La persona ve el cuerpo, siente lo que le está afectando, y puede suplir en ese momento la necesidad y recuperar el estado de paz o de equilibrio y bienestar corporal.

Si hablamos ahora de nuestra alma, estaremos hablando de otra parte del cuerpo humano, que es un parte más profunda, dentro de nosotros mismos y que es igualmente de vulnerable o sensible, como nuestro cuerpo.

El alma es el centro del ser humano, es ahí donde radican nuestras emociones y el control de la voluntad, es decir, ahí  nosotros experimentamos los sentimientos, y es donde tomamos decisiones para nuestra vida.

Esas decisiones pueden ser buenas, pueden ser malas y, obviamente que si son buenas, pues van a hacer que nuestra alma se sienta gratificada o que se sienta bien, pero también pueden ser malas, de tal manera que nuestra alma se sienta mal, se sienta desanimada, humillada, pisoteada, y finalmente vamos a tener problemas.

Hay personas que se refieren al alma también como “el corazón”. Así le llaman, pues todo lo que acontece a nuestro alrededor y nos oprime, nos influye emocionalmente, llega hasta ahí, llega hasta el alma y claro, eso nos puede causar ansiedad, estrés, angustia, dolor, afán, preocupaciones, etc.

Consecuentemente nuestra alma se puede convertir en “un pequeño almacén” o un pequeño tesoro escondido dentro de uno mismo -por así llamarlo- de manera que todo lo que esté ahí guardado, dependerá de lo que uno mismo almacene.

De esta forma, una persona que pueda estar nada más llenándose de amargura, de odio, de rencores, llenándose de codicia, de situaciones de queja, de murmuraciones, es decir, si la persona está alimentando su alma de cosas que no le nutren ni edifican, que realmente no hacen que la persona se sienta feliz, pues entonces van a estarse originando sentimientos negativos, que van a hacer que la persona se pueda sentir tan mal en su alma, que lo pueden llevar, repito, a experimentar esa falta de tranquilidad, de paz, de seguridad y de amor.

¿Por qué? Porque el alma no se está llenando de lo que se debe de llenar: en este caso, de buenos sentimientos al hacer felices a otros, al tener buenos pensamientos, buenas actitudes para con terceras personas y claro,  no se está llenando de virtudes, se está llenando de situaciones que realmente después hacen que la persona se sienta mal.

El alma es afectada por nuestras decisiones
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