La Comunicación en la Familia
 

Principios para una buena comunicación familiar
 

Por: Ing. Gilberto Sánchez

Mencionaré a continuación algunos principios básicos para tener una buena comunicación familiar.

1.- Todos tenemos algo importante qué decir.
Siempre hay que poner atención a lo que dicen los hijos, el esposo o la esposa. Dele la importancia. Es sumamente importante que usted aprecie lo que su familia le quiere decir. A veces por las prisas, a veces por los afanes, no nos damos el tiempo para escuchar a nuestros hijos. Aprendamos a hacer un alto, aprendamos a detenernos y a atender a nuestros hijos como es correcto.

A lo mejor para el papá, para la mamá, no es relevante el tema, no es importante lo que dice nuestro hijo, pero para él sí es importante y en la medida que nosotros nos demos el tiempo para escucharlos ellos se darán cuenta que los amamos, y apreciamos.

Si no le damos el tiempo o si le damos una contestación apresurada, afanada, o hasta molesta, porque “nos están quitando el tiempo” y no nos dejan hacer lo que nosotros queremos, estaremos dañando a nuestros hijos, porque no les estamos dando  la importancia justo en ese momento cuando ellos necesitan hablar con nosotros.

El día de  mañana cuando ellos pasen a la adolescencia, ya no quieren hablar con nosotros y su actitud cambia, y ahora somos nosotros los que queremos hablar porque ellos ya no hablan nada con nosotros, no externan nada y esto ocurre cuando no hay vínculos familiares, cuando no se fomentó la comunicación estrecha desde la niñez.
 
2.- Hay que conversar para edificar.
Aprendamos a hablar para bien. Sean nuestras palabras para edificar a quienes nos oyen. Una palabra que ayude a nuestros hijos a madurar, a aprender cosas, es decir, que nuestra conversación sea decorosa, no sea grosera, no sea agresiva. Hablemos cosas que fomenten valores en nuestros hijos.

Qué importante es que las conversaciones que nuestros hijos oyen de nosotros, sean honestas que lleven a nuestros hijos a aprender cosas, a madurar, a tener esa estabilidad emocional que tanto necesitan.

3.- ¡Qué importante es no guardarnos las cosas!
Es muy importante, sobre todo entre esposos, que no haya malos entendidos, porque cuando hay malos entendidos y no se resuelven, pueden venir malos pensamientos a la vida de las personas. Pueden empezar a haber desconfianzas y esos malos pensamientos se pueden convertir en amargura y odio. Se crea un efecto de “bola de nieve” donde el mal entendido y la desconfianza cada vez se va haciendo más grande.

Es muy importante que en familia, todo se arregle a tiempo. Hable, aunque parezcan situaciones muy simples, pero qué importante es hablar, no dejar nada a la duda, no dejar nada a la suspicacia, es decir, aclarar los puntos: si hay algo que no me pareció, lo hablo; y claro, en una buena actitud, razonable, respetuosa. Aprendamos a exponer lo que nos afecta y no andar dándole vueltas internamente.

4.- Al hablar podemos enseñar y podemos aprender.
Cada vez que nosotros hablamos, como padres, podemos instruir; y claro, también debemos ser humildes cuando nuestros hijos nos quieran reconvenir algo, cuando en un momento dado, puedan marcarnos algo que no hicimos bien.

Todos podemos aprender de todos, es muy importante no menospreciar a nadie. No digo que nuestros hijos vayan a ser un “sabelotodo”, ni que vayan a gobernar nuestras vidas, pero luego ellos aprenden cosas y nos quieren enseñar. Nos quieren mostrar que están aprendiendo y quieren agradarnos, que nos sintamos orgullosos de ellos. Aprendamos pues a recibir sus palabras. Nunca hay que menospreciar a nadie.

5.- Dedicar TIEMPO a conversar.
Esto es prioritario. Un estudio en los Estados Unidos de Norteamérica, indicó que las madres hablan con sus hijos 4 minutos al día, en promedio. ¿Puede usted creer esto? ¿Qué se puede hablar en cuatro minutos? A lo mejor la tarea, la escuela… ¿será suficiente? Por supuesto que no.

Que a lo largo del día las madres hablen cuatro minutos es algo muy impactante, realmente no es nada, realmente lo que estamos viendo aquí es que no hay comunicación. Los hijos  se la pueden  pasar en el internet con los compañeros de la escuela, aislados de la familia, y obviamente, no hay vínculos familiares.

6.- Hablemos con el cónyuge y hablemos con los hijos, con cada quien según sea la necesidad. Cada quien merece un tiempo especial. Sobre todo si hay un tema importante a discusión con el cónyuge. Procuren un espacio aparte, y provean también un ambiente de confianza, tanto con el cónyuge como con el hijo.

7.- Hablemos con transparencia.
No ocultemos nada, hablemos con franqueza aquello nos preocupa, aquello que no nos parece o que creamos que no va bien.

8.- Cumplir lo que se habla.
Es muy importante también como principio básico de la comunicación, el cumplir lo que se habla. Seamos honestos, no es justo mentir ni a la esposa ni a los hijos. Tampoco amenace, concrétese a cumplir lo que dice.

Si usted le promete algo a su hijo, cúmplalo. Si le dice que lo va a llevar al parque, llévelo y evite a toda costa que no se cumpla eso. Claro, existen los problemas, las causas de fuerza mayor, “nadie está obligado a lo imposible” dice un principio legal, pero eso no quiere decir que lo acordado no se pueda cumplir después. Se puede explicar que aquello prometido se va a posponer debido a “x” circunstancia que surgió de manera inesperada, pero a la primera oportunidad se cumple lo que se prometió y el hijo entenderá, claro que sí.

Cuando no se cumple lo que se promete, se pierde la confianza de los hijos y aun del cónyuge. Lo mismo ocurre al aplicar una amonestación. Cuando usted da una advertencia, no esté amenazando en balde, simplemente cumpla, porque luego los miembros de la familia se acostumbran a sus gritos, a sus amenazas y entonces le pierden el respeto.

9.- Las discusiones entre cónyuges siempre deben ser aparte.
El efecto es muy duro para los hijos cuando están presentes en una discusión entre marido y mujer. Es muy importante tratar sus asuntos como matrimonio aparte; y no se trata de ser hipócritas o de esconderse, sino de estar conscientes de que hay conversaciones y temas para tratarse entre adultos, entre dos personas que sólo los involucrados directamente, deben resolverlas, y cuando los hijos no tienen por qué participar, no deben estar presentes.

10.- Conversar para tomar decisiones.
Hay que escuchar a ambas partes, no hay que acelerarse en imponer ideas, hay que platicar con los demás, con el cónyuge, con sus hijos. Considere el panorama amplio. Hablar es siempre bueno antes de decidir y es que muchas veces un padre de familia quiere tomar una decisión que no es mala, pero, el hablar con su esposa, la esposa le puede ampliar el panorama, le puede dar argumentos, o notificar situaciones que el padre no estaba considerando y entonces al recibir el comentario, el padre enriquece la información y puede tomar una mejor decisión. No se trata de que imponga uno o el otro, sino se trata de buscar el mayor bien de la familia.

11.- Seamos congruentes
Si usted está pidiendo por ejemplo, que no se digan groserías en casa, usted será congruente con esa demanda y será el primero en NO decirlas. Si usted está pidiendo que a cierta hora todos estén sentados a la mesa, usted también debe hacer un esfuerzo por estar sentado a esa hora.

Si usted dice que ama a sus hijos, eso también debe ser congruente con sus hechos. No solo los sentimientos sino que también ese “te amo”, “te quiero”, se traduce en hechos prácticos en beneficio de ellos, en este caso de sus hijos. Que sus expresiones verbales y sus expresiones corporales sean congruentes. Cuando dice “¡qué interesante, hijo!”, realmente debe mostrar sinceridad y aun manifestarlo corporalmente, con sus gestos. Sea sincero, los hijos son muy sensibles.

12.- Comprenda lo que se le está comunicando.
Debemos entender a las personas, ponerles atención. Nunca asuma algo cuando no lo entendió bien. En otras palabras, hay que comprender lo que las personas nos están diciendo. Cuando nos apresuramos a asumir ideas, conceptos o apreciaciones sin primero asegurarnos que así sea, podemos incluso salir muy avergonzados. Entienda la causa, escudríñela, platíquela, infórmese con diligencia para que entonces pueda dar realmente un buen consejo.

13.- Seamos honestos y rindamos cuentas.
Busquemos siempre la honestidad en nuestras conversaciones; en otras palabras, seamos ejemplo, hablar de honestidad implica también fomentar la transparencia en nuestra comunicación familiar.

¿Sabía usted que la rendición de cuentas es una excelente herramienta para guardarnos de hacer cosas indebidas? Cuando una persona rinde cuentas, se pone límites a sí mismo, se frena, porque sabe que tiene que rendir cuentas a sus padres, porque sabe que va a ser cuestionado por su cónyuge, porque sabe que en un momento dado le van a revisar lo que está haciendo, por lo tanto trata de hacerlo bien.

Cuando no hay una rendición de cuentas, las personas no tienen un freno, hacen lo que quieren, permiten muchas cosas que son indebidas en su vida.

El impacto de las palabras
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