Conociendo el gran valor de la Gratitud
 

Cuidado con el orgullo
 

Por: Ing. Gilberto Sánchez

La Ingratitud está muy relacionada con el orgullo de corazón. La ingratitud es lo contrario al valor que estamos hablando hoy que es, el ser agradecido. En un país como México, y sobre todo en la parte norte del país, donde se encuentran Estados muy prósperos, lugares donde se acostumbra trabajar duro, resulta que hasta el dar un regalo a alguien puede ser ofensivo, es decir, puede ser un motivo para que la persona se sienta mal, y reaccione preguntando “¿Y tú quién eres? ¿Por qué me estás dando, si yo tengo? Yo puedo hacer las cosas, yo soy autosuficiente… esto que me estás dando es para mí una ofensa.”

La gente agradecida sabe decir “GRACIAS”, “Gracias por lo que me diste”. Luego pasa que hay personas que no reciben lo que se les da, porque lo ven como un signo de debilidad, o como una falta de respeto, porque ellos son autosuficientes, estiman que lo pueden todo y no necesitan de nadie.

También la ingratitud tiene que ver con el no quererse sentir menospreciado. Cuando no hay gratitud en las personas, viene un orgullo, viene una soberbia, y con ambos, la insatisfacción de no tener lo que se quiere, al grado que la persona que no tiene gratitud puede ser afectada en su estado anímico y en su relación con los demás.

Hay familias que se conforman porque aparentemente todo está en equilibrio, pero si en esa familia son ingratos los unos para con los otros, si no se aprecian cada uno y no se dan el valor que deben de tener, no son una familia que esté cumpliendo realmente sus propósitos.

Es la verdad, están creciendo como desconocidos, como personas que no saben valorar y apreciar lo que están haciendo  los demás. Cuántos ejemplos tan tristes hemos conocido de familias ingratas.

Cuántas veces hemos escuchado de un padre anciano, que termina en un asilo abandonado por sus hijos que no lo quieren volver a ver, o ni lo van a visitar porque están muy ocupados en sus intereses personales, y no hay una gota de gratitud para recordar que ese anciano, o esa anciana, dedicó una gran parte de su vida a ellos, que les dio amor y no los abandonó cuando ellos nacieron, y que gracias a que estuvieron allí dándoles la oportunidad de vivir, les dieron de comer, los bañaron, los atendieron, los curaron cuando cayeron en alguna enfermedad, los protegieron de peligros en su niñez, en su adolescencia, es decir, una vida dedicada a cuidar de esos hijos.

Cuando se acabaron las fuerzas del padre o de la madre, cuando ya son ancianos y perdieron la vista, o el oído, todo lo que se tuvo en la juventud, ahora en la edad adulta, cuando se invierten los papeles, que es la excelente oportunidad que tienen los hijos de mostrar esa gratitud a sus padres, porque a veces se vuelven tan frágiles como un bebé, entonces, los abandonan, se olvidan de ellos por completo o si están enfermos, los mueven a un hospital especializado y ahí los dejan. No hay gratitud y eso trae mucho dolor a la persona.

Que los niņos aprendan a ser agradecidos
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