Vivir en Familia: Un Gran Compromiso de Amor
 

Uniones temporales: sin amor y sin compromisos
 

Por: Ing. Gilberto Sánchez

Y ese compromiso es algo que no existe en los matrimonios jóvenes de hoy. Muchos llegan al altar -en el mejor de los casos, porque muchos otros, ni siquiera a eso llegan- sin el mínimo deseo de servir, proteger o apoyar a la otra persona. Muchos sólo se juntan movidos por el placer, por un deseo egoísta, que finalmente, no es amor, es simplemente el deseo de satisfacer un gusto personal.

Algunos dicen respecto a sus deseos y emociones: "así somos, los deseos son parte de la naturaleza humana, así estamos hechos". Es cierto que como humanos tenemos una gran capacidad de experimentar sensaciones, emociones y sentimientos muy placenteros, pero también es verdad que los seres humanos somos seres pensantes, es decir, somos personas racionales, con capacidad para entender lo correcto y lo incorrecto.

Tenemos una mente capaz de dominar el cuerpo, capaz de refrenar sus impulsos y darle un cauce correcto, para el mayor bienestar propio y de los demás. Finalmente, el hombre es el único ser pensante, creado con una misión especial, que es la de amar, amar al prójimo. Y eso es precisamente lo que siempre hace falta en la vida familiar: amar, a tu esposa(o), a tus hijos.

Pero lamentablemente, el amor no es algo que se aprecia ni se valora en nuestra sociedad. Porque vivimos en un mundo muy materialista. La ideología o “los valores” del mundo actual es "tú prospera, tú crece, tú desarróllate, busca tu felicidad", es decir, se miden las cosas por la apariencia exterior, "como te ven, te tratan" dicen por ahí.

Pero en el amor existe un valor enorme, grandísimo y esa es la parte que se deja de lado. Las personas hoy, en ese deseo de buscar su felicidad, de alcanzar sus grandes metas, se vuelven muy egoístas, muy materialistas, han puesto su confianza en que la felicidad es el dinero, y al estar buscando ese camino, no aman a los demás.

Incluso el hombre se vuelve como un ser rapaz, un depredador de su mismo género, que destruye a su prójimo sin importarle nada, ni su salud, ni su edad, ni su condición de vida, no respeta canas, ni la inocencia de los niños, ni la pureza de las mujeres. Es una vida materialista, egoísta y muy destructiva.

Y claro, ese modo de pensar o ese estilo de vida, afecta a las familias: las relaciones entre cónyuges y entre padres e hijos, de modo que cuando todos crecen dentro de ese círculo vicioso, cada quien busca solamente, su propio bienestar.

Debemos tener bien claro que la familia está diseñada para amar, para que cada ser humano que la integra, desarrolle al máximo su capacidad para amar. Cuántos matrimonios viven en un constante pleito, el hogar parece un cuadrilátero: a ver quién gana, quién tiene el poder, quién manda… eso es un matrimonio terrible y espantoso, de hecho no es matrimonio, es ya más bien un campo de batalla.

Eso es terrible, porque realmente la esencia del matrimonio no es eso y esa ausencia de amor se transmite a los hijos, esa violencia, esa amargura. Y es que hoy se tiene una idea muy distorsionada de lo que es realmente el amor.

El amor verdadero es práctico y sacrificial
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