Vivir en Familia: Un Gran Compromiso de Amor
 

AMOR: Un compromiso que nunca deja de ser
 

Por: Ing. Gilberto Sánchez

Cuántos jovencitos están pensando en casarse, es más ya ni casarse, juntarse solamente “al cabo, ahí vivimos con papá y mamá, y ellos que nos mantengan…” Y luego ni estudian, ahí están viviendo de una manera evadida y desenfrenada, teniendo relaciones sexuales, sin tener una responsabilidad por lo que están haciendo.

Sin formar un carácter, sin formar responsabilidad, y después llega el nieto, y dicen: "abuelos, ahí va el nieto, porque nosotros estamos muy ocupados y no sabemos educar hijos." Delegan toda responsabilidad sobre los abuelos que muchas veces ya están cansados, ya tienen edad avanzada, ya no tienen las fuerzas para estar detrás de un niño que anda corriendo de aquí para allá, y ese niño crece sin valores, sin formación, con todos los riesgos para convertirse en un delincuente, que el día de mañana se va a dedicar a destruir la vida y la sociedad.

Finalmente ese nieto va a tener hambre y va a querer comer, y al no saberse ganar el pan, va a buscar maneras fáciles pero muy destructivas de conseguir dinero, como lo es el crimen, los medios ilícitos… y todo porque no hubo un papá y una mamá que se hicieran cargo de él.

Vivir en familia es un gran compromiso, un compromiso que se debe de pensar seriamente si se quiere ejecutar como proyecto de vida.  Es muy bello el matrimonio, es hermoso tener una familia y sí se puede tenerlos, pero requiere de un gran compromiso. 

Quisiera terminar exponiendo lo que el apóstol Pablo enseñó en su carta a los Corintios, respecto a lo que es el amor:

“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser.”
                                                                                                      1ª Cor. 13: 4-8a

¡Qué definición tan distante de lo que hoy se nos enseña acerca del amor! La primera característica del amor es, sufrido, es decir, tiene que ver con esa vida sacrificial, no que  solapa las maldades de los hijos, ni se trata de una persona solamente “con una intención” de darse por los demás, sino que realmente sufre, experimenta muchas veces pérdidas, costos, sudor, pena, frío, cansancio, por los demás, sufre él o ella con tal de traer fruto para sus hijos y su cónyuge.

Es un amor que no se goza con las injusticias, ni esconde al pariente cuando anda de criminal. Es un amor que se goza con la verdad, es decir, le gusta la vida honesta, hacer justicia, el actuar con rectitud y ser decente. Es un amor paciente, que está trabajando continuamente para cubrir la necesidad de la otra persona, y aun cuando pueda ser mal retribuido, no guarda rencor.

Necesitamos mucho ese carácter, esa clase de amor que lucha cada día para sacar adelante a la familia. Papá, mamá, hijo, hija, esposo, esposa, hagamos todos un compromiso de amor con nuestra familia, donde el amor de Dios esté presente, y no tardaremos en ver resultados. Que el Señor te bendiga.

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