Por: Ing. Gilberto Sánchez
Los derechos del ser humano son inalienables, no le pueden ser quitados. Por lo tanto, tenemos derecho a que se respete nuestra vida. Sin embargo, el aborto no toma en cuenta este derecho y detiene la vida, destruye a un ser.
Una persona que está a favor del aborto, cuando se encontró con la abrumadora evidencia de que el feto es un ser humano, hizo la siguiente declaración:
“Es cierto, los no nacidos son seres humanos, pero eso es irrelevante frente al tema del derecho de la mujer a practicarse el aborto”.
“El respeto al derecho ajeno es la paz”, dijo Benito Juárez. Es cierto, la mujer tiene derechos. Pero sus derechos no pueden pisotear los de otro.
Una persona escribió en uno de los periódicos más importantes de los Estados Unidos:
“Una mujer puede pensar de su feto como una persona o como simples células, dependiendo si el embarazo es deseado o no. Esto no refleja confusión moral, sino elección en acción”.
Esto es algo muy serio. ¿Qué es lo que determina si lo que se está formando en el vientre es un ser humano o un simple montón de células? ¿El deseo de la mujer? De ser así podríamos decir que si la mujer quiere al bebé, entonces es un ser humano; pero si no, es sólo un montón de células.
Este criterio no está basado en leyes, ni en normas morales. Está basado en el deseo individual de una persona, y cuando se anteponen los deseos se pueden violar todo tipo de leyes y normas morales.
Un bebé no tiene más derechos que su madre. Tenemos derecho no sólo a vivir, sino también a elegir el estilo de vida que queramos; siempre y cuando, esa elección no le quite los derechos fundamentales a otro.
A veces se compara la vida del bebé contra el estilo de vida de la madre: “la mamá tiene derecho a desarrollarse, a tener una carrera, terminar la universidad y por lo tanto, está bien que aborte al niño”. En ese sentido no se está comparando los derechos de la mujer contra los del niño, sino el estilo de vida de la mujer contra los derechos del niño.
Cuando nuestros derechos pisotean los de otros, no hablamos de una “sociedad justa”; sino de una tiranía. Tanto el niño como la madre tienen los mismos derechos; los de la madre no pueden estar por encima de la vida del bebé.
|