La masculinidad no es siempre un sinónimo de poder, los hombres conducen muchos tipos de vida distintos y tienen intereses muy diferentes. Las estadísticas demuestran que la vida en el mundo occidental exige un alto precio a los hombres:
- Son los mayores consumidores de drogas y por ello hay más hombres presos en las cárceles que mujeres.
- La esperanza de vida de los hombres es más corta, comparada con la mujer.
- Los jóvenes muestran en la escuela modelos de conducta más problemáticos que las jóvenes y las superan en gran proporción en número de alumnos que requieren medidas de apoyo en la escuela primaria.
- El abandono escolar por parte de los niños es mayor que por parte de las niñas.
Padre e hijo comparten periodos de tiempo muy cortos, los hombres están en los trabajos y los niños pasan cada vez más tiempo en la escuela, cuando tienen acceso a ella, o vagan por las calles sin orientación alguna. A esto se le agregan los altos grados de alcoholismo y violencia masculina en el hogar, que hacen más profundas las deficiencias de amor y cariño por parte del padre. Todo ello implica que los niños tengan como modelos aspectos muy limitados de la conducta masculina y no toda la visión de la masculinidad y de lo que significa ser un verdadero hombre.
También podemos notar la falta de hombres sabios en nuestra sociedad, aquellos que han aprendido de sus propias debilidades y fortalezas y que además tienen la capacidad, el deseo y el compromiso de trasmitir su aprendizaje y sabiduría a otros más jóvenes. Hay quienes dicen que sin hombres sabios la sociedad se daña y que un joven llega a ser violento con otros y aún consigo mismo debido a que carece de un modelo real de masculinidad y nunca llegó a tener la orientación de un hombre sabio.
Las escuelas juegan un papel de suma importancia en la construcción de la masculinidad; en las primarias, las mujeres constituyen el mayor porcentaje de docentes. Muchos niños, al igual que niñas, pasan por la primaria sin un solo hombre como maestro.
Ante la separación física y emocional entre padre e hijo es más difícil atender el significado de la masculinidad; sin embargo, todos los niños deben crecer y convertirse en hombres y esto lo aprenderán de una u otra forma. En nuestra sociedad son evidentes tres formas de aprendizaje de la masculinidad y los tres son peligrosos.
La primera es a través de los medios de comunicación: está comprobado que un niño mira más la televisión que a su padre. Ésta usualmente presenta tres tipos de hombre: el deportista ultra-competitivo, el violento criminal y el alcohólico drogadicto. Las imágenes percibidas por el niño son de hombres agresivos, insensibles, emocionalmente cerrados y muy negligentes respecto a su bienestar personal. Estas son las conductas que aprenden, no hay mucho de donde puedan escoger un buen modelo a seguir.
La segunda es con el grupo de amigos: los jóvenes pasan mucho más tiempo con jóvenes de su edad que con hombres adultos. En estos grupos gana siempre el más agresivo y violento, el que más desafía a la autoridad y es el que termina dando el ejemplo de una masculinidad “exitosa” porque al final su conducta consigue lo que pretende.
La tercera forma es por reacción: si los modelos de la televisión y del grupo de amigos son negativos, éste es potencialmente más dañino para los seres humanos, ya que al no poder aprender sobre la masculinidad en la casa o escuela, al estar rodeado de mujeres, el niño llega a interpretar el concepto de “masculino”, como “no femenino”.
El peligro particular en esta forma de aprendizaje es que, usualmente, se acompaña del desarrollo de una actitud contraria hacia las mujeres, una cultura anti-mujer, en la cual se degrada todo lo percibido como femenino y se evita, a cualquier costa, cosas como: mostrar emociones, cuidar de otras personas y del propio cuerpo así como hablar de sentimientos. |