Adicción por la delgadez

 

Es mejor lucir un lindo vestido interno: el del corazón
 

Por: Ing. Gilberto Sánchez

Vamos a terminar este programa poniendo atención a lo que nos dice Dios, el Creador de nuestros cuerpos, a través de las Sagradas Escrituras:

¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar.
Isaías 48:18

Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.
1ª de Pedro 3:3

Muchos jóvenes viven hoy vacíos, sin entender cuál es su estancia en esta vida. Dentro de ellos hay algo que no los deja ser felices, viven angustiados, con miedo, sin hallar su lugar. Tratan de pertenecer a un grupo, de llenar las expectativas de otros, y viven vidas vacías, insatisfechas, sin paz.

En esa búsqueda muchas veces quebrantan sus conciencias y hacen cosas que no están bien, y se sienten cada vez más vacíos.

El texto citado dice: “si hubieras escuchado mi palabra, para mí lo importante no es lo de afuera, la figura, el cuerpo; si más bien hubieras adornado tu corazón, con una actitud amable”, y da una promesa muy grande: “sería tu paz como un río, si en lugar de oír a los demás me hubieras escuchado a mí, tendrías paz”.

Hay vida en el río y da vida a todo lo que toca. Así sería tu paz, permanente y constante. Y cada persona que se acerca a ti, encontraría que tú tienes algo distinto, trasmites paz, amabilidad.

Existen y existirán problemas, pero tú tendrás una esperanza, porque vas a estar contento contigo mismo y vas a tener una relación con Dios, en paz con él. Todo lo que te pueda suceder, va a ser para tu bien.

Teniendo fe y viviendo con un corazón confiado, con paz y gozo verdaderos, vas a poder enfrentar todas las cosas y vas a tener esperanza y fortaleza, una vida plena, porque sabes que Dios está contigo.

Que esa sea tu búsqueda y que no sea llenar la expectativa de otras personas, sino la de Dios.

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